Catalina Usme, la Grande de América


25 de marzo de 2021

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por Delfina Corti

A sus 31 años, Catalina Usme se convirtió en la máxima goleadora histórica de la Copa Libertadores y fue elegida como la jugadora más valiosa del torneo. Como hubiera dicho Eduardo Galeano, cada vez que “la pelota la buscó, ella la hizo hablar”.

Durante la final de la Copa Libertadores femenina, la pelota buscó a la ídola. Y Catalina Usme, con la 10 de América de Cali en la espalda, la abrazó y la distribuyó a su antojo. Casi siempre, de primera. Siempre, a los pies de una compañera. 

El equipo colombiano perdió, finalmente, 2 a 1 frente a Ferroviária, pero el segundo tiempo de las escarlatas es para enmarcar. ¿Por qué no salieron campeonas? “Porque no fuimos efectivas”, respondió la capitana Usme después del partido.

Ocasiones tuvieron: un travesaño, dos palos y un mano a mano que tapó la arquera brasileña Luciana. Durante los últimos 45 minutos, las jugadoras colombianas jamás se desesperaron y Catalina –una vez más– dio una clase de cómo se juega al fútbol. Por eso, fue elegida la mejor jugadora de la final. Por eso, fue elegida la jugadora más valiosa del torneo. Porque como definió alguna vez Juan Román Riquelme: “Si hay un choque en la autopista, ¿vos seguís o vas por otro lado? Vas por otro lado”. Catalina Usme, lo mismo. 

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Y un buen día la diosa del viento besó el pie de la mujer y de ese beso nació Catalina Usme, la menor de tres hermanos. Su mamá nunca quiso saber el sexo de sus hijos antes del parto porque –según ella– “lo que Dios le mandara era bienvenido”. 

Cuando nacieron sus hermanos mayores, Andrés y Diego, el papá de Catalina –quien siempre fue un apasionado del fútbol– llegó al hospital con una pelota. El día en que ella nació, un 25 de diciembre de 1989, el padre repitió aquel ritual. “Y si esta es la niña”, le preguntó la madre. El papá la miró y le respondió: “Las niñas también juegan al fútbol”. 

La ídola colombiana y de América de Cali sabe jugar al fútbol desde que aprendió a caminar: en sus años tempranos alegró los potreros, jugaba en los andurriales de los suburbios hasta que caía la noche y ya no se veía la pelota.

A los 6 años, Catalina le dijo a su madre que quería ser futbolista profesional. “Eso, mi niña, no existe”, cuenta que le respondió. “Si existe el fútbol masculino, tiene que existir el femenino”, le contestó. 

Andrés –su hermano mayor y su actual técnico en América de Cali– fue su guía fútbolistico, según sus propias palabras: “Hemos tenido no solo un vínculo familiar, sino que a través del fútbol hemos creado una sincronía desde muy pequeños. Él ha estado presente en toda mi carrera. La historia entre Andrés y yo va de toda la vida”

Su hermano Diego, en cambio, fue quien jugó con ella en los potreros de Marinilla, en Colombia, cuando eran pequeños. Fue su primer testigo y aquel que le enseñó una de sus principales virtudes: la paciencia dentro de la cancha. “En la calle, yo jugaba con Diego. Él muchas veces se enojaba, me sacaba el balón y me decía: ‘Hasta que no te calmes, no te lo voy a dar´. Ahí, forjé mi carácter con las cosas”.

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En la semifinal de la Copa Libertadores, América de Cali se enfrentó al favorito Corinthians. El Timão llegaba con 34 goles a favor y ninguno en contra, en 4 partidos disputados. El equipo colombiano le había ganado 2 a 1 en los cuartos de final a Boca en un partido que se le había hecho cuesta arriba, a pesar de tener varias ocasiones de gol. 

Tras un primer tiempo que terminó 0 a 0, Catalina Usme juntó a su equipo en el entretiempo y les dijo: “Lo más importante para nosotras es que nunca perdamos la fe en lo que podemos hacer y en lo que hemos intentado. Para esto nos preparamos. Nadie dijo que iba a ser fácil. Hagamos el partido que planteamos que ya va a llegar”. 

Y en el minuto 57, la capitana brasileña Tamires marcó el primer gol del partido para el Timão. Y quienes habíamos visto a Corinthians a lo largo de la Copa, pensamos que ya con el primer gol, entrarían el segundo y el tercero. 

Pero el asunto se escribió de otro modo. La pelota buscó a la ídola porque la reconoce, la necesita. Las jugadoras de América de Cali miraron a su capitana y recordaron sus palabras en el vestuario. Y en el minuto 93, Joemar Guarecuco marcó un golazo para el 1 a 1 definitivo. 

“Les voy a pedir un favor puntual a todos. Ninguno tiene derecho a dudar de lo que vamos a hacer acá. Ninguno. Cada vez que una coja la pelota, piense y mande la mejor energía de que el balón va a entrar. Ninguno dude, fe de que vamos a ganar”, les dijo Usme a sus compañeras. Y, en la definición por penales, América de Cali pasó a la final. 

Después del partido le preguntaron acerca de su tranquilidad a la hora de jugar los últimos minutos frente a Corinthians. “En la vida cotidiana soy muy explosiva, pero en la cancha suelo guardar la calma. Y eso ayuda bastante a las personas que tengo alrededor”, respondió. 

En la final, Catalina tampoco perdió la paciencia. Y con la misma serenidad con la que pateó el penal del empate parcial (aquel que la convirtió en la máxima goleadora histórica de la Copa Libertadores con 29 tantos), jugó los últimos 45 minutos.

La pelota no entró o no quiso entrar y Ferroviária salió campeón. Un justo campeón. Pero Usme se convirtió en Catalina, la Grande de América porque como dijo alguna vez Eduardo Galeano acerca de los ídolos “la pelota la busca, la reconoce, la necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Ella le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos”.

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