Correr (gracias, Vangelis)


19 de mayo de 2022

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por Ariel Scher

Un día alguien le va a transparentar al mundo la versión definitiva de lo que significa correr. Ahí estarán, seguro, los segundos locos en los que Diego aceleró entre camisetas ajenas para hacer de un gol algo que nunca será sólo un gol, y el tío Agustín que trota como nadie en el cuento "Las doce a Bragado" del maestro Haroldo Conti, y la final de los 100 metros de Berlín 36 con Jesse Owens y Ralph Metcalfe destartalando a la atmósfera y a los párpados de los muchos nazis que los miraban feo, y los pies desentrenados de un pibito muy pibito que descubre la existencia de la velocidad y usa ese descubrimiento para enfilar rumbo a su papá, y Tom Hanks yendo para adelante por las rutas yankis como si no lo hiciera mientras interpretara a "Forrest Gump" y como si fuera el dueño de todos los tiempos que caben en el tiempo, y alguien sin nombre que aplasta rapidísimo las suelas contra una vereda también sin nombre para descargar la bronca o la tristeza de un sueño o de un amor que se agotó, y Bruce Springsteen tronándole a la eternidad su "Born to run", y Freddy Mercury tronándole a Springsteen y a la eternidad también los  de "Don't stop me now", y Carlitos Gardel tronándole a Springsteen y a Mercury en medio de las confesiones destrozadas de "Malevaje" en el instante en que entona "en vez de pelear me puse a correr", y un prisionero de cualquier opresión que se hunde en el viento a paso indetenible en busca de la libertad.

Pero si ese alguien omite todo eso tan grandioso, si cuenta correr sin tanta maravilla que cuenta correr, le cabe otra oportunidad. Puede entregarle al aire la banda sonora de "Carrozas de fuego", que dice lo que es correr en cada eco y en cada silencio. "Carrozas de fuego", una película que no sería esa película sin los compases de Vangelis. Y Vangelis, un señor capaz de dejar al mundo afinando diferente a cómo lo encontró. En la música de "Carrozas de fuego", el humanísimo acto de correr está explicado para siempre. Para siempre. Y para siempre es para siempre. Como para siempre, aunque los diarios digan que acaba de morirse, hecho arte y hecho belleza, estará Vangelis.

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