Mar y fútbol: el ascenso de Deportivo Español esconde la historia de una abuela arquera y su nieta goleadora


11 de febrero de 2021

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por Delfina Corti

La goleadora de Deportivo Español aprendió a pegarle a la pelota gracias a las mujeres de su familia. Su abuela Rosa fue la arquera de su primer equipo y quien la motivó para que viajara a Buenos Aires en busca de sus sueños. “No es por agrandarla, pero tiene una patada que cada tiro libre es gol”, elogia Rosa a su nieta. Y fueron esa patada y esos goles los que le valieron al club de Bajo Flores el ascenso a la máxima categoría del fútbol femenino

Rosa Herrera giró su cabeza y vio a su mamá entre la hinchada que había ido a alentarlas a Mar del Tuyú. Mientras el árbitro colocaba la pelota en el punto penal, Rosa escuchó el grito desaforado de su madre: “Si no atajás el penal, te saco de los pelos”.

Ese día, Rosita –como la conocen sus amigos y familiares– lo recuerda como si fuera ayer. Quizá porque una arquera no se olvida nunca del primer penal que le patearon en un partido oficial, a sus 14 años. O quizá porque el penal no lo atajó, fue gol y su madre la sacó de los pelos, tal como había anticipado. 

Rosa nació y vivió toda su vida en San Bernardo. Participó durante la década del 70 en los diferentes torneos femeninos que se desarrollaron durante aquellos años en la costa argentina y se retiró a sus 54 años. Bah, según asegura, el fútbol la retiró.

Su mamá Elia fue la que le transmitió su pasión por la pelota y la que le insistió, a fines de los 60, que se decidiera por los guantes. “Empecé como central, pero una vez que probé como arquera no lo dejé más”, cuenta hoy Rosa, con 62 años.  

Aquellos que la vieron jugar dicen que tenía la habilidad de volar y despejar los disparos más difíciles, aquellos que iban al ángulo. Fontanarrosa hubiera dicho que alguien con el apellido Herrera –y ese sonido de la doble r que llena cualquier garganta– no puede menos que volar y quedar suspendido en el aire con la pelota. 

Durante su carrera como futbolista, recuerda, jugó en la mayoría de las localidades costeras de la Provincia de Buenos Aires. Por la maternidad, se alejó un tiempo de las canchas y volvió en los 90 con un equipo de fútbol sala llamado “Las Pumas”. 

“Nos enfrentamos a equipos de varones, a equipos de árbitros de San Bernardo. Ellos nos invitaron y nosotras aceptamos. Así, sábado de por medio, nos juntábamos y jugábamos”, dice. 

En 2012, Rosa jugó su último partido en el club Fomento de San Bernardo. Había llegado al equipo gracias a su nieta quien se desempeñaba en aquel momento como delantera de área. Cuando el entrenador les comunicó que necesitaban a una arquera, Micaela Rodríguez no dudó: “Mi abuela ataja”. 

Durante algunos años, Rosa y Micaela jugaron juntas hasta que, en 2012, Fomento perdió un partido 14 a 0.  “Yo hubiera seguido, pero tras la goleada mi nieta se acercó y me dijo: ‘O dejás vos o dejo yo´”, confiesa.

Ese día, Rosa se alejó del arco, no así de la cancha. Alentó a su nieta en cada partido hasta que en 2018 la motivó para que fuera a probarse a un club de Buenos Aires. 

“Ella es la preferida y lo sabe. Mi nieta logró cumplir su sueño y el que hubiera sido también el mío. El próximo es verla con la camiseta de River”, dice Rosa mientras su nieta la mira y sonríe. 

***

Mar y fútbol. Así fue la vida de Micaela Rodríguez en San Bernardo durante 22 años. Hace dos años, la delantera de Deportivo Español decidió probar suerte en la capital y Bajo Flores le abrió sus puertas. 

Hoy, vive bajo la tribuna del Estadio Nueva España y comparte sus días con otras seis jugadoras que, al igual que ella, se hospedan en la pensión del club. Con frecuencia, en la pieza que queda bajo los palcos del estadio, recibe la visita de su abuela Rosa. 

“No pasamos mucho tiempo separadas. Mi abuela se queda muchas veces conmigo en mi pieza. Y yo, cuando puedo, vuelvo a San Bernardo para visitarla a ella y a mi familia”, cuenta. 

En la localidad costera, Micaela vivió sus días con una pelota bajo la suela. A su abuela le pateó infinidad de penales, pero también practicó su disparo en los partidos de mujeres frente a varones que organizaban en su familia. 

Desde chica, asegura, era ambiciosa frente al arco rival. Rosa asiente a su lado: “No es por agrandarla, pero tiene una patada que cada tiro libre es sinónimo de gol”. Por eso, no suena extraño que a fuerza de goles se haya ganado la titularidad. Gracias a sus goles, Deportivo Español salió campeón y logró el ascenso a la Primera A tras varios años de ausencia en la máxima categoría. 

A sus 25 años, Micaela fue la segunda goleadora del equipo, detrás de Laura Romero. Entre las dos, en el Torneo Transición 2020 de la Primera B convirtieron más de 50 goles. En la final frente a Comunicaciones, Español ganó con tres goles de Micaela y las galleras se consagraron campeonas.

Comunicaciones es uno de los clubes a los que más goles le marcó. Incluso, la titularidad en el equipo de Bajo Flores la consiguió después de un amistoso frente a las Carteras. Ese día, Español perdió 5 a 4; Micaela ese día se presentó con un hat-trick. 

“En San Bernardo, el fútbol femenino se hizo popular hace 3 años. Antes había que rebuscarse para poder jugar en un equipo de mujeres. Mi primer club fue Fomento, cuando ya era adolescente”, cuenta. 

Hasta sus 15 años, Micaela siempre jugó con hombres a nivel competitivo. En su casa, en cambio, la situación fue diferente. Supasión por el fútbol la heredó de su bisabuela Elia, su abuela Rosa y su mamá. Por eso, cuando Micaela responde qué la motiva para vivir lejos de San Bernardo, se aferra a la frase: “Las mujeres de mi familia me dieron la vida y el fútbol las ganas de vivirla”. 

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