Nunca podrán sacarme mi amor


22 de diciembre de 2023

Compartir esta nota en

Lucrecia Sabadotto

En América Latina, desde las venas abiertas, hay jugadores derramando sudor en territorios europeos. Su primera infancia, sin embargo, período fundamental de creación de bases y fundamentos para el futuro desarrollo, fue patrimonio local. ¿Nos siguen pegando abajo? No precisamente. El extractivismo no tiene fin. Potosí un poroto.

 

Pero nunca podrán sacarme mi amor, pero nunca podrán sacarme mi amor. Nunca nunca podrán sacarme mi amor, pero nunca podrán sacarme mi amor.

Uno tras otro, los partidos jugados por la Selección Argentina durante el mundial de Qatar no hicieron más que confirmar la teoría: Lionel Messi, Ángel Di María, por elegir caprichosamente a algunos de ellos, fueron criados a asado de falda, arroz y un montón de bifes a la criolla. Aprendieron a caminar pisando cascotes, esquivando pozos y, para sumarle una más, podrían escribir un tratado acerca de los mil y un modos de hacer rodar la pelota aprovechando la inestabilidad del suelo. Aunque Europa se empeñe en invertir millones en intentos por reproducirlas, estas extraordinarias adquisiciones resultan, gracias a algún dios, diablo, o, por qué no, mujer que guste de volar en las escobas del sur, absolutamente intransferibles.

 

Cuando la necesidad apremia, pero todavía hay resto para ver qué se hace con eso (a veces no hay, siquiera, ese resto), aparece el verdadero movimiento. Ese que realmente te lleva a nuevos lugares. Una pieza está debajo de otra, de repente pasa arriba, y el resto se reacomoda con dinamismo, cambios, opciones. Casi como si estuviésemos frente a un episodio de magia o de una aparición divina post-llamarada. Instantes, fugacidades, raptos de alegría, iluminaciones, chispas, desconciertos, lamparitas que se encienden. ¿Quién da más?

Para despistar al rival, se precisa un alto grado de conciencia de las partes que conducen al todo, y un reconocimiento de ellas de forma independiente, sabiendo, a la vez, que nunca podrán funcionar igual de forma aislada. Se podría llamar inclusión. Lo otro, ilusión (capitalista, por cierto).

 

Sin preestablecer jerarquías, sabiendo de debilidad y vulnerabilidades, con plena consciencia de lo que se tiene (y de lo que no se tiene), con cintura para zigzaguear aun con recursos limitados, practicando el desapego desde la infancia, sabiendo soltar las amarras de lo conocido, haciéndose el aguante entre amigxs que están en la misma en tierras lejanas, con disponibilidad para los cambios, tolerancia para aceptar y valorar los errores y las desviaciones, se van adquiriendo, paso a paso, dos habilidades de movimiento que no pueden conseguirse con Mastercard: visión horizontal periférica y dominio de la lateralidad heterogénea. Pocas personas tienen ese…¿don?. Otra vez, para mofarse de la extrema derecha dominante, moverla lateral cruzado, patear tableros, eyectarse al cielo, atrapar una estrella que con su luz refracte resistencia. Y no soltarla nunca.

La primera infancia en nuestra tierra, ahí está el material que permite fundamentar, de forma completa, el teorema científico matemático que explica, paso a paso, sin abreviaturas, los motivos por los cuales se puede desatar una furiosa e inexplicable tormenta que despedace todo lo cosido, zurcido y por todxs harto sabido, después de la serenidad de la calma chicha.

 

Frente a ojos atónitos de extrema derecha dominante, desde Rosario, Santa Fe, Argentina, tierra que vio nacer al Che Guevara, Olmedo, Fontanarrosa, Fito, y tantos más, te hacemos llegar, humildemente, esta pregunta:...¿Qué mirá´ bobo?

Compartir esta nota en