Racing, de memoria


08 de diciembre de 2021

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por Ariel Scher

Una emotiva y necesaria historia sobre la dictadura, el terrorismo de Estado, lxs detenidxs desaparecidxs del club de Avellaneda, y el triunfo de la narrativa que lucha por no olvidar, con la pluma de Ariel Scher.

(Fotos: Paola Lara/Prensa Racing)

Ella, los cinco años abajo de un sol que en Avellaneda ejerce vocación de verano y la camiseta de Racing haciéndole de piel, pregunta sin vueltas y sin vergüenzas, pregunta lindo:

-¿Qué quiere decir "La memoria estalla hasta vencer"?

Él, por lo menos sesenta cumpleaños, cierto oficio de abuelo, los ojos cautivadísimos un poco porque se encandilan con ella y otro poco porque en esa circunstancia que no tendrá desmemorias parpadea y ve al inmenso estadio de Racing y parpadea de nuevo y ve mujeres con pañuelos blancos, casi no sabe por dónde ensayar una contestación.

-La memoria estalla hasta vencer -afirma o, más que afirma, balbucea- es un verso de una canción de León Gieco. "La memoria", justo, se llama la canción.

A él le parece exacto y maravilloso que "La memoria estalla hasta vencer" sea la frase que ella, él y centenares de gentes detecten enfrente en este día y (ojalá) en muchos días. Pero, quizás por la conmoción o quizás porque nunca se hizo esa pregunta, no encuentra qué añadirle a su respuesta, qué más predicar aparte de todo lo que predica "La memoria estalla hasta vencer".

Ella, los cinco años persistentes abajo de ese sol de Avellaneda, lo sigue mirando.

"La memoria estalla hasta vencer" enuncia la invitación al acto que explica que ella y él anden y desanden durante un atardecer de martes, un atardecer sin partidos pero con estremecimientos semejantes a los del fútbol, los escalones míticos de ese Cilindro que es experto en fiestas, en abrazos y en expectativas, en domingos llenos y en martes vacíos, pero que ahora alberga lo que jamás. Sobre el suelo de la cancha, Racing les restituye la condición de socios y de socias a 46 personas. Esas 46 personas comparten, de mínima, dos huellas: forman parte de los 30.000 desaparecidos del genocidio en la Argentina y fueron -son- de Racing.

Ella y él oyen como un relámpago o como una voz que no emerge de una mujer sino de infinitas mujeres y de infinitos hombres a Taty Almeida. Taty exhibe en este instante, por vez inaugural en su existencia de más de noventa almanaques, el carné de asociado de su hijo, Alejandro, que era militante popular, trabajador de prensa, estudiante de medicina, poeta hermoso y joven, fana de Racing desde pibito, tan fana como para tirar desde la tribuna una gallina durante un cruce con River, secuestrado a los 20 años el 20 de junio de 1975. Taty reivindica el valor de que se promueva la memoria desde el deporte y derrite corazones, multiplica conciencias y empuja lágrimas cuando cuenta que está estrenando el contacto de sus pies con esa superficie y piensa y siente y se pronuncia segura de que Alejandro la pisó en otro tiempo y segura, además de que, en este tiempo, Alejandro se está enterando de que ella, madre, Madre de Plaza de Mayo de la Línea Fundadora, recoge el legado de aquellas pisadas de su hijo, porque estas madres ya explicaron y continúan explicando que fueron paridas para siempre por esos hijos.

La escena inicial y breve de la ceremonia consiste en un video. Allí, los rostros de los desaparecidos de Racing y las imágenes del ciclo de construcción de este momento, o sea el hallazgo de las solicitudes de admisión al club firmadas en viejas hojas también por los desaparecidos de Racing, se entremezclan acompasadas por el eco de la garganta grabada de Vicente Zito Lema, escritorazo y devoto de la Academia, quien recita su poema "Desaparecidos". De cara a la pantalla, cuando ese video concluye, Zito Lema, que ahí está, desde luego, no recita nada y lo que le habita en la garganta es un nudo. Igual que a ella, los cinco añitos vueltos piel de Racing. Igual que a él, un abuelo persiguiendo una respuesta mejor. Igual que a cada morador de esa hora del Cilindro. Un nudo en la garganta que, después de la última imagen del video y de la última vocal del poema, parece surcar a toda la humanidad. Ocurre así: si hay humanidad, si la humanidad aún merece denominarse humanidad, en ese segundo del largo devenir de la historia debe percibir un nudo en la garganta.

Familiares y amistades de cada desaparecido y de cada desaparecida de Racing suben a un pequeño estrado en el que dirigentes de la institución, encabezados por el vicepresidente Alfredo Chiodini, los reciben y les entregan el carné que acredita que perduran siendo socios y socias de Racing. "Socios eternos", exactamente, que es otra de las leyendas que brotan desde el video y desde algunas de las inscripciones que enmarcan el Cilindro. La idea de "socios eternos" fue acuñada por el periodista Enric González, cuando en el primer tramo de 2021, al cumplirse 45 marzos del último golpe de Estado que asoló a la Argentina, narró para el diario El País que en el Archivo Histórico de Racing se profundizaba la indagación sobre sus desaparecidos y que se convocaba a que quienes dispusieran de datos sobre hinchas y socios desaparecidos hicieran llegar esa información. "Socios eternos". Quizás no sobrevuele en el mundo una expresión más certera. 

Un carné de socio eterno, por ejemplo, flamea en los dedos de Carlos Krug, socio desde la infancia, tanto como su papá y tanto como su hermano, Alberto, empleado del Banco Nación, desaparecido el 2 de diciembre de 1976, algo que no constituyó un límite para que Rosa Moltedo, su mamá, persistiera en pagar la cuota social de Alberto durante temporadas enteras. Carlos Krug integra el núcleo de cinco socios que le propuso a la conducción de la entidad, a través del Departamento de Socios, esa iniciativa que devino en esto que está pasando: la restauración de un derecho, los carnés en las manos debidas, la memoria, la verdad, la justicia. O, de otra manera, lo que el escritor italiano Primo Levi, combatiente contra el fascismo, sobreviviente del Holocausto, planteó en su libro "Los hundidos y los salvados": "No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará?".

Krug trabajó junto con Osvaldo Santoro, Miguel Laborde, Carlos Ulanovsky y Jorge Watts, inspirados en el libro "Los desaparecidos de Racing", que el sociólogo Julián Scher publicó en 2017, con los itinerarios racinguistas y políticos de once desaparecidos. Watts, preso en la edad sombría de la dictadura, militante hasta su último día, murió este año a causa del covid y también es un socio homenajeado en esta jornada. Está Watts, sin dudas que está, porque su impronta gravita en el eje del proyecto que desembocó en este martes de conmociones en el que la oración más relevante de un estadio es "La memoria estalla hasta vencer". Impresiona e impresionará en este presente y en muchos porvenires esa fundamentación:  "Racing también fue víctima del genocidio que sufrió la Argentina a partir de mediados de los setenta desde el momento en el que sabemos que tiene socios y socias –es decir, miembros legales y legítimos de la institución- que fueron arrasados por el plan sistemático de exterminio desplegado a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Tan cierto es que ninguno está desaparecido por ser socio del club como que la comunidad –o la gran familia- racinguista fue dañada de modo irreparable ante la pérdida de una porción de sus integrantes a manos de la mayor barbarie sufrida por la Argentina a lo largo del siglo pasado. La mayor parte de las instituciones deportivas y no deportivas del país debieron atravesar el mismo proceso y no fueron pocas las que asumieron la problemática para enfrentarla y dar una respuesta que estuviera a tono con la voluntad de construir un mundo en el que nunca más vuelva a reinar el horror". Muchos clubes, desde que Banfield hiciera punta en 2019, toman determinaciones idénticas a las de Racing desde esa argumentación. Habrá más y más.

Cada familiar y cada amigo o cada amiga que acaricia un carné destartala las rutinas de la Tierra porque en ese carné, en cada carné, los desaparecidos de Racing están. Y porque cada carné obra como una demostración que neutraliza a cualquier relato negacionista o fragmentado de lo que significa el genocidio. Allá avanzan los afectos de Pablo Dorigo, capturado el 20 de agosto de 1976, sobrino de Tita Mattiussi (la mamá de Racing, la hija de la familia que cuidó con el alma rincón por rincón celeste y blanco), hijo de un papá que literalmente vivió con los Mattiussi en el estadio de Racing. Allá marchan los parientes de Lucía Cullen, que se volcó hacia Racing bajo la influencia del sacerdote Carlos Mugica y que procuró enseñarle a leer y a escribir al Loco Corbatta, una trabajadora social secuestrada el 22 de junio de 1976. Allá se mueven los cariños del propio Mugica, asesinado el 11 de mayo de 1974 por la Triple A, tan pero tan pero tan de Racing que sudó en Glasgow en la primera de las finales intercontinentales con el Celtic en 1967. Allá palpitan los incondicionales de Miguel Scarpato, coleccionista de banderines y de figuritas de Racing, atrapado el 14 de noviembre de 1976. Allá se aprieta la familia de Armando Croatto, laburante en Racing entre 1963 y 1964 (hay actas administrativas en los archivos que llevan su indudable letra), más acá o más allá de haber nacido hincha de Independiente, diputado nacional, asesinado el 17 de septiembre de 1979. Allá aceleran los herederos de Silvia Goñi, militante popular, alguien que se aseguró de que la palabra primera de su segundo hijo fuera "Racing", alguien detenida y desaparecida junto con su pareja el 1 de mayo de 1976. Allá respira Neneca Santoro, la hermana de Roberto, el poeta de la lucha, el generador de "Literatura de la pelota", el que interrumpió su luna de miel para transpirar un partido en ese Cilindro, el que fue secuestrado en la escuela donde era subjefe de preceptores el 1 de junio de 1977. Allá sacude Tota Guede, la esposa de Dante, sí, de Dante, el que presidía la sociedad de fomento de su barrio, el que sostuvo a caballito a su hija sobre el verde del Cilindro cuando Racing se consagró campeón del mundo, el desaparecido junto a su hijo Héctor el 7 de octubre de 1976. Habla durante una fugacidad Tota Guede, Madre de Plaza de Mayo, abrigada y abrigando con su pañuelo blanco. Habla una fugacidad que no sólo es una fugacidad sino que, además, es una gloria:

-Ahora acá están los 30.000.

A pocos metros de la tarima por la que escalan y descienden los receptores de cada carné, latiendo las emociones de cada ser querido de los desaparecidos de Racing, aplauden Rocío Bueno, Luana Muñoz, Eugenio Mena y Enzo Copetti, futbolistas de las primeras divisiones del club, y Sebastián Beccacece, entrenador de esa camiseta en 2020, y un jugador de Banfield, Jesús Dátolo, y la ministra nacional de Mujeres, Diversidad y Género, Elizabeth Gómez Alcorta, y el ministro nacional de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, y el nieto recuperado Manuel Goncalves, en representación de Abuelas de Plaza de Mayo. Lo hacen con una fuerza idéntica a la de los aplausos de los muchísimos concurrentes que se esparcen en las tribunas, hinchísimos e hinchísimas de Racing o también de otros equipos, hinchísimos o hinchísimas de diversas fuerzas políticas o de ninguna, la dirigente del Frente de Izquierda, Vilma Ripoll, protagonistas del deporte como el histórico preparador físico de Diego Maradona, Fernando Signorini, dos ex futbolistas de Racing como Mauro Navas y Hugo Lamadrid, y el atleta Martín Sharples.

"Está presente. Ahora y siempre", expiran las biografías que son leídas mientras transcurren esos tránsitos en los que los carnés viajan hacia sus dueños y hacia sus dueñas, esos tránsitos casi contradictorios porque las pulsaciones se precipitan y, a la vez, el tiempo se queda quieto. "Está presente. Ahora y siempre" se oye para José Abdala, José Amigo, Luis Avellino, Diego Beigbeder, Hilda Bruzzone, Jorge Caffatti, Álvaro Cárdenas, Olga Cepeda, Enrique Cobacho, Oscar Cobacho, Liliana Corti, José Luis De Iriarte, Gustavo Dicovsky, Mario Díaz, Jorge Elischer, Diego Ferreyra, José Flores, Eugenio Daniel Gallina, Eugenio Félix Gallina, Mario Gallina, Luis García, Ricardo García, Enrique Juárez, Gustavo Juárez, Luis Laporte, Osvaldo Maciel, César Maza, César Nieto, Heriberto Ruggeri, Daniel Schapira, Delfor Soto, Luis Steimberg, Jorge Sznaider, Mauricio Villalba y Oscar Zalazar. El "Ahora y siempre" crece, pasa de sonar a retumbar, y de retumbar a un verbo, vaya a saber cuál, que permita entender que retumba al cuadrado. Retumba y retumba, por ejemplo, cuando asciende por el carné Zulema Chester, la hija de Jacobo, que entraba a la cancha con una cámara de fotos, ese trabajador referencial del Hospital Posadas, socio tempranísimo de la Academia, al que se llevaron de su hogar el 26 de noviembre de 1976.

Un cartel sencillo y bellísimo resplandece de frente a los participantes con otra anotación corta: "Acá fueron felices y vivirán para siempre". Hay ocasiones luminosas, acaso infrecuentes, en las que es posible toparse con una verdad. Bueno: esa es una verdad.

Cuando el acto se acaba, ella, espléndida en su ropa de Racing, espléndida en todos los esplendores que implica descubrir a la vida como magia, espléndida en sus cinco años, ya no interroga sobre "La memoria estalla hasta vencer". Sólo juega, libre, en el estadio de Racing, donde no hay nadie que no sienta que, cantando y riendo, se le arriman los socios eternos.

Cuando el acto se acaba, él, los huesos de seis decenios, el oficio de abuelo en expansión, la emoción de esa tarde tiritándole en las vértebras, no se detiene porque ella juegue meta jugar. La busca, la alza, la quiere, la besa. Y le ofrenda, por fin, una respuesta:

-La memoria estalla hasta vencer. Y hoy venció.

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