Topo y maestro


08 de julio de 2022

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por Ariel Scher

Diez apuntes sobre Jorge "Topo" López, que no está pero siempre está.

1) Aunque nunca lo supo y nunca lo sabrá, el Topo López era un maestro del periodismo.

2) Cada 9 de julio, cuando se cumple el aniversario de la muerte del Topo, contamos y cuentan que fue un tipazo (y era aún más que eso), un compañero entrañable (y era todavía más que eso) y un ser para extrañar cada mañana y cada semana (y así es y así será). Pero acaso por los arraigos enormes que tiñen todas esas cuestiones (el cariño irrompible, la nostalgia infinita, el dolor de la muerte), se pierde la posibilidad de dimensionar, por ahora, su modelación como periodista.

3) Pep Guardiola, a quien el Topo López trató y valoró, suele decir que él era feliz, de pequeño, acompañando a su papá al trabajo y compartiendo, de modo infantil, ese trabajo. Sin embargo, un día se le posó cerca de los pies una pelota y se dio cuenta de que eso le representaba otra cosa, una sustancia mucho más fuerte que los tópicos del mundo que hasta ahí le habían gustado. Guardiola reitera que cuando la pelota le aterrizó en los pies descubrió lo que era su pasión. El Topo decodificaba perfecto eso que apuntaba Guardiola porque al Topo le había sucedido lo mismo: el periodismo, más allá y más acá de cada análisis, era una pasión, una fibra que le sacudía cada fibra, un flash que le abría las puertas de generar flashes en los demás. Cualquiera que respiró al lado del Topo sabe que el Topo respiraba pasión por el periodismo.

4) El Topo se dedicó al periodismo deportivo por las causas básicas que ubicaron a muchos y a muchas en este camino: una inquietud temprana por jugadores y por goles, una atención tan pertinaz de esos tópicos como para que las amistades identificaran que ese era el pibe del barrio que iba a ser periodista deportivo, una memoria específica de segundos nombres y de suplentes que no ejerce el resto de la humanidad. Encima, se fugaba de las clases del secundario para ver a los jugadores de verdad (a los entrenamientos de su Tigre, desde luego) y observaba a quienes se desempeñaban como periodistas deportivos para descifrar algo más que las noticias de fútbol. Pudo ser eso y nada más que eso en su edificación como periodista deportivo el Topo. Pero, sin que le esfumaran esas pulsaciones, se volvió, además, otro.
 
5) Quien rastree los dos últimos años de labor del Topo verá, por ejemplo, una sucesión de entrevistas a periodistas y a comunicadores ligados con el deporte que desarrollaban su actividad en diversos lugares del mundo. El Topo hurgaba en lo que estaba ocurriendo con el periodismo, con los medios, con el deporte y percibía, entre muchos, tres ejes: primero, que demasiadas cosas estaban cambiando demasiado rápido y que no era posible hacer (hacer bien) eso que le sacudía el corazón sin interrogarse y sin interrogar sobre los rumbos de esos cambios; segundo, que el saber no es mera suposición y que hay conocimientos o pistas de conocimientos que habitan en la cabeza o en la boca de otra gente, por lo que es imprescindible conversar con esa gente para acceder a ese conocimiento; y tercero, que era pertinente, era responsable y era reivindicar el sentido de la profesión periodística darle aviso a la sociedad de ese cambio o de parte de ese cambio. Ese tercer punto merece ser enfatizado porque al Topo le costaba mucho menos gestionar y efectuar esas entrevistas que estimular a algunos de sus colegas para que las publicaran, ya que, frente a sus propuestas, una contestación nada esporádica era "¿a quién le interesa eso?". Lección larga del Topo: persistir, persistir, persistir. Sin persistencia, no hay muchas construcciones y, en especial, no hay periodismo.

6) Ese ciclo de notas con periodistas y expertos en comunicación expone otra lección del Topo: no conformarse, no decir "yo soy ésto", no encasillarse, no encajonarse, ir por más, educarse después de educarse. El Topo poseía una socialización excelsa, un -en términos del sociólogo francés Pierre Bourdieu- capital social elaboradísimo (lo conocían mucho y lo conocían muchos), un mazo de cartas en el que cabían casi todos los asuntos que seducían en los medios tradicionales, unos timbres de oro como haber charlado con Lionel Messi antes que nadie y tal vez más hondo que nadie y como haber estrechado lazos con los cracks del excelso Barcelona previo a que se erigieran en estrellas mundiales. Aun así, eludió declamar este es mi lugar, este es mi territorio, esta es la ola hasta la que nadé, esta es mi zona de confort. Al revés: como, con asiduidad, enseñan la vida y el periodismo, advirtió que detrás de un saber hay mucho por saber y fue por eso.

7) El Topo desparramaba una intuición alta y entrenada para percatarse de las noticias (según los criterios dominantes y los no dominantes). No obstante, otra de sus lecciones consiste en que no se satisfizo con esa intuición, a pesar de que la intuición (además del esfuerzo) lo había instalado en un umbral de referencia en el periodismo deportivo. En su última década -muy estimulado por su compañera de amor, la periodista Verónica Brunati- no extravió nada de la intuición pero registró que el conocimiento se conceptualiza, que la comprensión exige el barro de la calle pero también el marco teórico, que una buena crónica surge de agudizar el oído para el eco de las canchas pero además necesita de una interpretación intelectual que le dé sentido, que hay que pelarse el culo para averiguar el qué de las noticias pero nada está bien narrado sin herramientas que develen o ayuden a develar el por qué de ese qué. Cualquiera que repase sus textos detecta la expansión del Topo en esa dirección. Es una señal conmovedora contra el estancamiento y a favor de encender colores donde amaga haber apenas sombras.

8) El Topo abundaba en primicias pero era más abundante en generosidades. A fuerza de ver las miserias de algunos colegas y las luces de otros compañeros, cimentó el dificultoso camino contracultural que implica, en el periodismo, quebrar presuntas meritocracias. El Topo sabía -porque estuvo dispuesto a saberlo, a contramano de lo que se le demandaba- que el tema no es llegar primero sino llegar bien, que lo que importa no es la jugada de márketing frente a los jefes sino el compromiso con quienes leen o escuchan. Hay múltiples compañeras y compañeros del Topo que pueden decir que desembarcaron en una noticia, inclusive en una gran noticia, junto con el Topo y gracias a las redes del Topo y que el Topo los alentó a que la contaran antes que él y más que él. El Topo López era un periodista que trabajaba para otros y para otras (lectores, oyentes, compañeros) más que para el propio Topo López. Esa se eternizará como una lección enorme de periodismo y, sobre todo, mucho más que todo, de más que periodismo.

9) El Topo escribía cada vez con más precisión dentro de las huellas que fueron sus lecturas iniciales (el periodismo deportivo) y dentro de los requerimientos también iniciales en la profesión (lo que le pedían que escribiera en los diarios). Brillante: determinó que eso era el punto de partida y no la línea final. Supo mirar y supo oír que había maneras más anchas, más variadas, más ricas y más bonitas de escribir y de decir. Leyó crónicas y cronistas, indagó en narradores más viejos y más modernos, preguntó lo general y lo minucioso, desarmó bastante de lo que lo constituía y armó laboriosamente más rutas para expresarse. El Topo se preocupó y consiguió escribir mejor y mucho mejor. Pero esa no es otra de sus lecciones aunque los resultados hayan sido gozosos para quienes lo leyeron. La lección de fondo es que, con sus búsquedas y con sus tenacidades, el Topo avisó -de nuevo- que no hay que conformarse y que no hay que estancarse, pero, en particular, que el propósito central de hacer periodismo está vinculado con hacer entender y hacerse entender más, con ayudarle al receptor del mensaje a experimentar una pequeña o no tan pequeña mutación en el rato en el que lee o escucha.

10) El Topo López jamás dejó de ser el Topo López de la cuna y de los sueños, pero aceptó el desafío de añadirle a esos sueños y a esa cuna mucho de lo que el periodismo y la existencia le ponían a veces a la vista y a veces oculto. Fue, intensamente, por todo eso. Por todo eso, entonces, logró perdurar idéntico a sí mismo y, en simultáneo, logró transformarse y transformar. Y también por todo eso es que pudimos y que podemos seguir sus lecciones y procurar hacer de este trabajo, de este mundo, de nosotros y de esta vida algo más lindo, algo más justo, algo a la medida del Topo López.

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