El asesinato de "Pillín" Bracamonte: una tragedia anunciada
11 de noviembre de 2024
El líder de “Los Guerreros” había hablado abiertamente sobre las luchas con “Los Menores” y el narcotráfico en Rosario.
El sábado 9 de noviembre, Andrés “Pillín” Bracamonte, el líder histórico de la barra brava de Rosario Central, fue asesinado a sangre fría tras el partido de su equipo contra San Lorenzo en el estadio Gigante de Arroyito. El crimen ocurrió en las inmediaciones del estadio, un lugar cargado de historia y violencia, donde la ciudad de Rosario se vio nuevamente sacudida por el flagelo del narcotráfico y las luchas internas dentro de las facciones delictivas que dominan la región.
Lo que pocos sabían es que Bracamonte había presagiado su trágico destino. Hace algunas semanas, en una charla franca y cruda, había dejado en claro que su muerte desataría una ola de violencia en la ciudad, que “se incendiaría” tras su asesinato. A pesar de haber vivido una vida marcada por la violencia, el narcotráfico y las luchas internas dentro de la barra de Rosario Central, Bracamonte mantenía una postura en contra de la destrucción total que veía a su alrededor.
El contexto de violencia y narcotráfico en Rosario
La violencia en Rosario no es algo nuevo. Desde hace más de una década, la ciudad ha sido escenario de un violento enfrentamiento entre bandas del narcotráfico que luchan por el control de la ciudad y sus recursos. Esta guerra no solo ha teñido de sangre las calles de Rosario, sino que también ha alcanzado al fútbol, convirtiendo a las barras bravas en actores principales en este conflicto. Bracamonte, al frente de “Los Guerreros”, la hinchada de Rosario Central, vivió en carne propia los riesgos de ser un líder dentro de este entorno.
En sus últimas declaraciones, Bracamonte había hablado abiertamente de la guerra por el control del narcotráfico, mencionando a "Los Menores", un grupo de sicarios organizados de Rosario, como uno de los principales enemigos que buscaba despojarlo de su territorio y de la influencia que tenía en la ciudad. En un relato desgarrador, relató cómo tras un atentado en su contra en el parque Alem, donde sufrió varios disparos, le ofrecieron organizar una “cacería” contra sus agresores, pero él se negó para evitar caer de nuevo en las redes de la violencia.
“Si me matan, la ciudad se incendia”
En sus últimas palabras, Bracamonte advirtió sobre las consecuencias de su asesinato: “Si me matan la ciudad se incendia”. De alguna manera, el líder de la barra centralista sabía que su muerte sería un detonante de más violencia, una espiral que ya parecía fuera de control. El narcotráfico, las luchas internas entre las barras y las bandas delictivas han llevado a Rosario a convertirse en una ciudad sumida en el caos, donde los muertos y los heridos se cuentan por decenas cada semana.
A lo largo de su vida, Bracamonte acumuló más de 20 años de cicatrices, la mayoría causadas por balas. “Me intentaron matar 29 veces”, había dicho con una mezcla de dolor y resignación. Pero, lejos de ser un simple espectador de la violencia, el propio Bracamonte jugaba un papel activo en ella. Se consideraba un hombre que, a pesar de su vida marcada por los enfrentamientos y la ilegalidad, no se veía a sí mismo como un psicópata. "Yo me sigo agarrando a trompadas, pero jamás ordenaría que maten a un chico", había declarado.
El choque con ‘Los Menores’ y el fin de una era
Bracamonte estuvo en conflicto abierto con el grupo de “Los Menores” por varios años. Este enfrentamiento se intensificó cuando, según Bracamonte, “Los Menores” intentaron desplazarlo de la conducción de la barra brava de Rosario Central, queriendo tomar el control de las zonas norte de la ciudad. A raíz de estos choques, Bracamonte había hablado abiertamente de las amenazas que recibía y de las intimidaciones que enfrentaba en su propio barrio.
Su muerte, aunque trágica, no sorprendió a muchos dentro de su círculo cercano. La violencia que se vivía en la ciudad, alimentada por el narcotráfico y las luchas internas, había dejado claro que no había espacio para liderazgos “distintos” como el suyo, que trataba de mantenerse “limpio” a pesar de las circunstancias.
El impacto en la ciudad y el fútbol
El asesinato de Andrés Bracamonte representa no solo la pérdida de un líder dentro de la barra brava de Rosario Central, sino también un reflejo de la profunda crisis que atraviesa Rosario. La ciudad, conocida por su rica historia futbolística y su cultura barrabrava, se encuentra en una situación de descontrol. El fútbol, que en sus orígenes debería haber sido un espacio de celebración y pasión, hoy está irremediablemente ligado al narcotráfico y la violencia.
Bracamonte no solo era conocido por su liderazgo en la barra de Rosario Central, sino también por su vinculación con el mundo del crimen organizado. Durante años, su nombre estuvo asociado al poder dentro de la hinchada, y muchos temían que su muerte provocara un recrudecimiento aún mayor de las luchas internas entre las barras.