El deporte argentino y su necesidad de encontrar un rumbo


11 de abril de 2022

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Por Emiliano Ojea

En mis anteriores columnas en Relatores me referí a la necesidad de conformar un sistema del deporte argentino, que para ello requiere de la participación activa de todas las partes, de poder abordarlo en todas sus dimensiones y que el rol principal siempre lo cumple el Estado; también hablo de la necesidad de que aparezcan políticas públicas para el deporte que acompañen a las y los deportistas y sus instituciones. Pero para tener un proyecto del deporte argentino no sólo hace falta una planificación eficaz, no basta con tener buenas ideas y creer que tenemos un equipo capaz de llevarlas a la práctica.

Es necesario que se consigan los recursos suficientes para cubrir las inversiones que una política efectiva requiere y demanda, para poder obtener el impacto buscado. Por eso, el presupuesto es sin duda una discusión que cualquier “sistema” tiene que darse si quiere avanzar. Parte de los objetivos que debemos proponernos quienes queremos construir un mejor deporte argentino y una política de estado para el deporte, es conseguir ese presupuesto para ejecutar la planificación. Sin ese logro, seguiremos implementando proyectos que dependen de la creatividad de quienes lo lleven a cabo y de las voluntades políticas de turno.

No comparto con quienes dicen que con un 40 por ciento de la población en la pobreza, es una irresponsabilidad discutir cuál es la parte de la torta que le toca al deporte. Mucho menos con quienes ponen la deuda con el FMI por delante de las inversiones para pagar las deudas internas. Además, en ningún país del mundo el deporte se lleva una gran porción de esa torta; lo que sí está demostrado es qué le devuelve a los países cuando hay un sistema deportivo afianzado y una política deportiva que perdura en el tiempo: mejor calidad de vida en la población, hábitos saludables, comunidades integradas, valores positivos, aportes económicos a los PBI, trabajo, turismo, infraestructura y podría seguir enumerando, pero para eso estarán las demás columnas.

Igualmente, el mayor problema es que -a quienes nos apasiona el deporte, quienes estamos convencidas y convencidos de la magnitud de su importancia, quienes tenemos responsabilidades de gestión, quienes lo militamos todos los días- si bien hubo épocas de avance, no logramos unirnos para poner en la agenda de quienes toman las decisiones, un proyecto serio, discutido y consolidado, que deje sistematizado, para siempre, un piso de presupuesto para el deporte.

Mientras tanto, para avanzar, tendremos que seguir apelando a la creatividad para logar objetivos, porque de alguna forma u otra, con un buen proyecto, los recursos están; aunque funcionando de esta manera, la inestabilidad es cotidiana y el desgaste hace que en el camino se pierdan muchas valiosas ideas (y personas).

Los últimos avances en términos de garantía presupuestaria para el deporte se dieron en el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en los años 2008, con la Ley Nº26.462 de los Juegos Nacionales Evita (con el detalle de establecer 10.000.000 pesos, sin dejar en claro su actualización); y en el año 2009 con la Ley N°26.573, creando un organismo como el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), conformado por la Secretaría de Deportes de la Nación y el Comité Olímpico Argentino, financiado a partir de la retención del 1% del abono que las empresas de telefonía celular facturan a sus clientes. Este había sido un paso muy importante para el deporte argentino, dando garantías a los y las deportistas de representación nacional y a las federaciones y sus planificaciones, pero que sin embargo se vio interrumpida desde el año 2018 con la sanción de la Ley Nº27.430 de Reforma Tributaria del Gobierno de Mauricio Macri.

Además, en el año 2014 se votó la Ley Nº27.098 de Clubes de Barrio y del Pueblo que nunca llegó a ser reglamentada por el ejecutivo. En el año 2015 se modificó la Ley Nº26.655 de Promoción del Deporte por la Ley Nº27.202 y se creó con la Ley Nº27.201 la Asignación Básica y Universal por Hijo en el Deporte, las cuales nunca fueron aplicadas hasta el día de hoy y fueron reemplazadas por Decretos de Necesidad y Urgencia bastante polémicos, dejando al deporte argentino en una especie de limbo legal difícil de explicar.

Este compendio de leyes enmarca de dónde venimos y cómo estamos parados hoy (o hundidos), al momento de pensar el presupuesto del deporte argentino en las arcas nacionales.

Soy un defensor del rol protagónico del Estado, pero no debemos perder de vista el aporte que puede hacer el sector privado empresarial e industrial. Tenemos la oportunidad de concluir con una falsa dicotomía, presente a veces en Argentina, pero también en otras latitudes: creer que entre lo público y lo privado existe una relación de antítesis, que lo uno es lo contrario a lo otro, que no pueden trabajar colaborativamente. Lo cierto es que el deporte tiene, como uno de sus grandes desafíos, terminar con esa dicotomía irracional, pero, sobre todo, inconducente. No lograremos resultados prósperos si seguimos planteando tales disputas. Acercando financiamiento y patrocinios de empresas de capitales privados y de las firmas del propio Estado –tales como YPF, Aerolíneas Argentinas, Banco Nación, etcétera– no solo el esfuerzo es colectivo, sino que el beneficio es compartido y ganamos todos. Los recursos están allí y no se trata únicamente de dinero, sino también de solucionar los distintos rubros que debemos cubrir para gestionar en el deporte.

Por muchos años la Argentina apostó a la creación de materia gris, de conocimiento científico aplicado al desarrollo nacional, fortaleciendo instituciones de un extendido reconocimiento en materia de investigación como lo es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Es hora de que podamos aplicar todo aquello que hemos estudiado e investigado, al deporte. Fue el desarrollo tecnológico y científico –trabajando en ciencias aplicadas como biomecánica, fisiología y psicología– y la planificación deportiva –incluyendo el profesionalismo que se extendió a partir de la década de 1940– lo que les permitió a países como Estados Unidos generar un antes y después en el rendimiento olímpico, sobre todo entre 1950 y 1970. Cada uno de los actores mencionados –científicos, deportistas, capitales privados y el Estado– tienen algo que aportar a este desafío. Como pasa en cualquier equipo, cada uno de ellos es hábil en lo suyo, al mismo tiempo que cada uno carece de ciertas habilidades y conocimientos (Arsenio, 2008, p. 8).

¿Por qué, no aprovechamos cuando Argentina está en un Juego Olímpico o en un Mundial (como lo estará este año), donde la cara visible son las y los deportistas, pero por momentos logramos formar un equipo de 40 millones de argentinos y argentinas, para visibilizar al deporte y generar las condiciones óptimas para que los resultados positivos y los triunfos empiecen a ser producto de planificaciones y políticas de estado?

Además de considerar que el deporte debería ser una discusión pública a nivel nacional, creo imprescindible que sea una discusión federal, ya que en torno a la práctica deportiva hay una diversidad tanto de actores e instituciones, como también de niveles de gobierno. Los municipios constituyen el primer acercamiento y contacto que solemos tener con el Estado, por eso la importancia de sus planificaciones estratégicas y su lugar de importancia para resolver lo más inmediato. También es importante que las provincias estén sentadas en la mesa, ya que conocen de cerca las características de sus ciudadanos y territorios, muchas tienen leyes de avanzada y en su Constitución cuentan al deporte como derecho, por eso son las principales promotoras del deporte desde la niñez en adelante y son las garantes del derecho a su práctica; incluso algunas han llegado a tener mayor presupuesto que el gobierno nacional, como es el caso de San Juan, donde el Deporte es una de sus principales políticas.

El Estado nacional tiene la gran responsabilidad de ser un articulador entre los municipios y las provincias pudiendo pensar el deporte en términos generales y estratégicos, tanto mirando hacia adentro del país, como hacia afuera con el vínculo internacional; articulando con las escuelas, los Clubes, las Federaciones y las Universidades. En esto no hay dudas: el Estado es el gran ordenador, impulsor, planificador y regulador.

Hay países que para lograr sus metas en materia de política deportiva esperaron cincuenta años. Este fue el caso de los países nórdicos –Finlandia, Noruega, Suecia y Dinamarca–, para quienes el desafío era incidir en el bienestar social de su creciente población. Así, la apuesta giró en torno a fomentar la actividad física para mejorar la salud biológica de la población (Arsenio, 2008, p. 58). Otro caso emblemático de planificación en materia deportiva fue el de China, sobre todo antes las Olimpíadas de Beijing 2008 en las cuales el gigante asiático fue un gran anfitrión. Para lograr el tan buscado prestigio internacional y obtener el orgullo nacional que los chinos anhelaban, decidieron preseleccionar en el año 2002 a 100 mil deportistas entre los 10 y 21 años, para que compitiesen entre ellos y poder seleccionar así a los 1.000 deportistas que finalmente competirían en el evento. En otras palabras, planificaron un evento de un mes, con más de 6 años de anticipación.

Si bien no se trata de importar modelos y hacerlos encajar a la fuerza en contextos muy diferentes para los que fueron diseñados, sí es esencial ser abiertos, observar otras experiencias, extraer de ellas algunas enseñanzas y lecciones en torno a buenas prácticas y políticas exitosas, y pensar en qué sentido pueden inspirar soluciones locales. Algo del modelo nórdico orientado al bienestar, del modelo de deporte universitario estadounidense o canadiense, o la exhaustiva planificación china podrían ser útiles para nosotros; incluso, no hace falta irse tan lejos, países de Latinoamérica tienen proyectos deportivos serios y fuertes sostenidos en el tiempo. Resulta imprescindible analizar en qué fallaban otros países y subrayar cómo lo resolvieron para tener más herramientas a la hora de pensar y llevar a cabo una política deportiva con identidad propia. Lo que está claro, más allá de cuántas experiencias exitosas a nivel mundial analicemos, es que cambiar hábitos cultural y organizativamente muy arraigados y prácticas institucionales o individuales nocivas no es un proceso inmediato. Se necesitan varios años, incluso generaciones, pero sobre todo la firme decisión política de hacerlo.

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Emiliano Ojea 
TW @emiojea
Presidente de Federación del Deporte Universitario Argentino @FeDUArgentina.
Comité Ejecutivo de International University Sports Federation @FISU
Consejero del Comité Olímpico Argentino @prensaCOA
Autor del Libro: Jugar en Equipo. Deporte+Educación=Movilidad Social Ascendente

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