El relator de adentro
17 de febrero de 2023
AhÃ, en el corazón de la cancha, El Número 5 le pasó la pelota a un compañero, carraspeó hasta encontrar el mejor secreto de su voz, dirigió los párpados hacia un punto de la tribuna y empezó a ejercer su verdadera vocación. Por eso relató con la garganta encendida: «Se levanta el señor de la gorra marrón, le compra una gaseosa a su sobrino, palpita con un ataque, le suelta un grito de aliento al puntero derecho, ve que la pelota cae en el área. Las cejas se le estiran, le tiembla la piel. Ahora se fastidia: la pelota se va afuera sin suerte y sin alegrÃa. Respira, se sienta, maldice, espera. Ya habrá otra oportunidad…». El Número 5 tomó aire y movió las pupilas buscando otro enfoque. Lo hacÃa con calidad y lo hacÃa con convicción. Lo suyo estaba claro: a diferencia de miles, no habÃa llegado hasta el corazón de la cancha para jugar al fútbol, sino para contar cómo el fútbol era vivido por los demás.
«No, no es como usted cree —explicaba a los que no lo entendÃan—, yo no soy un frustrado relator de partidos. No me interesa relatar partidos. Lo que me fascina del fútbol es la gente que va al fútbol. Yo retrato lo que hace esa gente». Y, dicho eso, se enorgullecÃa evocando el dÃa en que transmitió paso a paso las reacciones de un padre que veÃa el debut de su hijo como árbitro.
Jugar y relatar en simultáneo no le provocó arrepentimientos. La doble tarea lo agotaba pero le concedÃa satisfacciones grandiosas. En una ocasión, detectó a un hincha que, en los momentos de sufrimiento, no seguÃa el recorrido de la pelota y sólo miraba al cielo. En otra, encontró a un joven que se besaba las manos cada vez que su arquero atajaba un pelotazo. Y en una tarde de nubes detalló con poesÃa cómo un matrimonio celebraba sus Bodas de Oro comiendo manÃes en la popular. Aquel relato fue inolvidable e hizo llorar a los mediocampistas del equipo rival.
El Número 5 nunca filosofó sobre su pasión. Alguien recuerda que apenas una vez hizo un comentario: «A veces hay que cambiar el lugar desde donde miramos el mundo. Cada hombre, por ser hombre, es protagonista de la vida». Cuando quisieron que dijera más, ya no podÃa. Estaba con las cuerdas vocales plenas para contar que una rubia dulce y un flaquito de ojos marrones se iban enamorando en la tribuna mientras un centrodelantero entusiasmado tomaba carrera para patear un penal.