Ernestro Valverde, la cámara y el otro lado del fútbol


21 de septiembre de 2021

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por Roberto Parrottino

Después de 20 temporadas seguidas, el entrenador no volvió a dirigir tras su salida del Barcelona en enero de 2020. Es el DT sin club más valioso del mundo. Pero nunca paró de sacar fotografías: “Un buen partido perdura en la memoria como una buena foto”.

Con su primer sueldo de futbolista, Ernesto Valverde se compró una cámara de fotos. En 1986, cuando llegó al Espanyol de Barcelona, se le abrió el mundo: hizo un curso de dos años en el Institut d'Estudis Fotogràfics de Catalunya. Atrás habían quedado la biología y la electrónica industrial. Ya en el Athletic Bilbao, sus compañeros empezaron a llamarlo “El Raro”, porque además le gustaba el cine y la literatura. Pensaba que, una vez retirado, la fotografía sería su trabajo. Pero se convirtió en entrenador, porque “el futbolista tiene el veneno de entender el juego”. Y lo hizo con tal grado de obsesión que un día salió de su casa para llevar a sus hijos al colegio y, al frenar en un semáforo, se percató de que estaba solo en el auto. “Seguía dándole vueltas a un lateral o un extremo”. Valverde, según un cálculo del sitio Transfermarkt de los puntos conseguidos en diferentes ligas, es a los 57 años el entrenador “disponible” más valioso del mundo. No dirige desde que fue despedido en enero de 2020 del Barcelona (“La película, con independencia del guión, siempre acaba de la misma manera: matan al entrenador”). Pero no ha dejado de sacar fotografías.

Es más: hasta el 28 de octubre, en el Mercado del Ensanche de Bilbao, se puede visitar “Beste Aldea” (“El otro lado”, en euskera), una exposición de 24 fotos, tomadas con cámaras compactas y analógicas, en blanco y negro, con foco en los hinchas durante sus etapas como DT del Athletic Bilbao, Espanyol, Olympiacos de Grecia, Villarreal, Valencia y Barcelona. Valverde ubica la cámara en la primera línea. A veces, gatilla desde adentro de los micros que llevan a los equipos a los estadios. Su posición es de Frontera, como llamó a su último libro. El encuadre es, a la vez, chocante y atrapante, inquietante y cargado de melancolía. El Txingurri -“hormiga” en vasco, porque era un wing derecho chiquito, flaco y escurridizo- también montó en Bilbao el Centro de Fotografía Contemporánea, que “ayuda a la gente a encontrar su vía de tren”. “Las fotos -dice Valverde- no están hechas de forma premeditada. Trato de mostrar y de ver a los que están enfrente. No son tan diferentes, podrían estar a nuestro lado. La dirección cambia pero no quiero distanciarnos de 'nosotros' y 'ellos' porque al final es lo mismo: toda esta parafernalia es parte de un mismo escenario”.

Valverde no fotografía la intimidad del vestuario. Tampoco a los futbolistas. Poco afecto a las entrevistas, desde su salida como entrenador del Barcelona eligió el silencio. “Messi es un jugador muy inteligente tácticamente, que lo entiende y asimila todo. Sería increíble que dijera que ha sido complicado adaptarme a él”, dijo, apenas, en el Golden Coach Congress 2020. Valverde prefiere “el misterio”, porque “es mejor que la gente no sepa cómo somos y que piensen que lo saben todo”. Cuando viajaba por el mundo con el Barcelona de Messi y Neymar, dijo el entrenador, “parecíamos los Beatles”. Ahí está la foto de Valverde, recluido, en segundo plano.

—¿Cómo afrontaría el retrato al mejor jugador del mundo? —le preguntó el periodista Pedro Madueño en La Vanguardia, en 2018.
—Intentaría que no se le viese mucho. Hay que relativizarlo todo. Me gusta hacer los retratos donde se aprecie la vulnerabilidad de la gente porque al final esa es la sensación que tengo. Que somos vulnerables, bajo ese prisma lo veo todo.

La fotografía, para Valverde, no es un hobby. Cuando lo absorbe el fútbol, ha admitido que en ocasiones funciona como un escape. Pero es un trabajo muy serio en su vida. No cree, incluso, en esa supuesta distancia entre el fútbol y la cultura tradicional, porque “un buen partido perdura en el tiempo en tu memoria como una buena foto”. “En su época de entrenador -dice el periodista Santiago Segurola-, siempre iba con su cámara y quería tener la visión de cómo era el fútbol de las gradas, del pueblo, y cómo miraban los aficionados a los admirados. Las fotografías muestran una sensibilidad extraordinaria, te impresiona la energía que existe entre la comunidad, la emoción que genera un equipo y lo triste que es una cancha vacía. Son buenísimas y demuestran que, por encima de este fútbol plastificado que quiere convertir a los aficionados en meros consumidores, el fútbol es de la gente”.

Entre junio y julio, “El otro lado” se exhibió en San Sebastián con el apoyo de la fundación de la Real Sociedad, clásico del Athletic Bilbao. Valverde presentó la muestra junto al cineasta David Trueba. Vale compartir parte de una columna que Trueba escribió sobre Valverde en la revista XLSemanal: “Muchas de sus imágenes de grupo transmiten esa atracción indefinible por el caos, la acumulación desordenada y la anarquía pasional. Ejerce en su faceta de fotógrafo como un artista que no invade ni manipula los instantes, sino que trabaja por encontrar una mirada transparente, de nula intervención sobre el modelo. Los aficionados del Barcelona, que vieron cómo al ser despedido de mala manera por la directiva guardó un silencio respetuoso y humilde, habrán comprobado con el tiempo que el lugar en el que dejó el equipo era en realidad un lugar mucho mejor al que el equipo podía aspirar. El inhabitual silencio de caballero que exhibió entonces Ernesto Valverde se confirma también en sus fotografías. Es alguien que no hace carrera de hablar, de venderse a sí mismo, del victimismo o la fácil oportunidad, sino del ejercicio riguroso del trabajo”.

Valverde sumó 20 temporadas ininterrumpidas como entrenador. Había llegado al Barcelona en junio de 2017 en reemplazo de Luis Enrique. El 13 de enero de 2020 fue despedido. Barcelona era líder de la Liga. Había ganado las dos Ligas que dirigió, una Copa del Rey y una Supercopa de España. Pero las eliminaciones en cuartos de Champions ante la Roma en 2018 y en semifinales ante el Liverpool en 2019 pesaban como un yunque. Desde entonces, el Barcelona naufraga: no volvió a ganar la Liga. Y, encima, ahora vive el post Messi. Aquel día, Valverde sabía que se enfrentaría a los flashes cuando saliera por última vez de la Ciudad Deportiva del Barcelona. Decidió sonreír dentro del auto, al volante. Sus colegas hicieron el resto. “Había un montón de fotógrafos y no vas a salir con cara de 'oh, pobrecito'. No quería que nadie pensara eso. Que lo interpreten como quieran. Total, ¿qué importa?”.

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