Éxitos Deportivos: ¿Casos aislados o fruto de las políticas públicas?


05 de abril de 2022

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Por Emiliano Ojea

Comienzo la presente columna con una pregunta un tanto incómoda, ya que nos cuestionará nuestro propio ego como argentinos y argentinas: ¿Somos un país donde los exitismos deportivos (medidos en medallas y trofeos) se presentan como casos aislados, o como fruto de una política pública? En otras palabras, ¿somos producto de la fortuna, de la suerte, del esfuerzo individual o, por lo contrario, del trabajo, la planificación estratégica y la voluntad? Las metas deportivas son una utopía que vale la pena perseguir y a la cual solo nos podemos acercar si planificamos estratégicamente y caminamos hacia ella con voluntad. 

Es evidente que existe algo más que el mero esfuerzo individual, que propicia que nuestros científicos, escritores, artistas sean reconocidos en el mundo trascendiendo generaciones, culturas y fronteras. Lo mismo pasa con nuestros deportistas: logran despertar el interés y generar la demanda de diversos clubes o ligas de las más prestigiosas del planeta y ganan trofeos y premios internacionales. Ese “algo” tan influyente se llama Estado.

Con frecuencia se relativiza el rol del Estado, denostando su intervención e incluso considerándola “peligrosa”. Para muchos se trata de una entidad ausente en términos de los bienes y servicios públicos que presta, pero con gran poder recaudatorio; en otras palabras, dicen: “pagamos los impuestos a cambio de nada”. Lejos de abonar esa expresión, me considero una persona que suscribe los logros asociados al modelo que se conoce como Estado de bienestar, remarcando la necesidad de modernizarlo, de mejorarlo y de volverlo más eficiente.

Sin embargo, cabe aclarar que un Estado presente no es solo un gobierno en tanto sus acciones de gestión cotidiana o un parlamento que sanciona leyes. Estado se manifiesta, por ejemplo, en un sistema gratuito de salud pública extendido por todo el país, que garantiza las vacunas para 40 millones de habitantes; también en la educación pública gratuita y obligatoria que abarca de los 4 a los 18 años de edad, con un prestigioso sistema universitario que genera alrededor de 90 mil graduados por año y miles de científicos que se formaron en ese sistema y que hoy generan innovadoras investigaciones en organismos como el CONICET, laboratorios privados o en prestigiosos centros de estudio en el extranjero. Sería injusto afirmar que el reconocimiento que tienen nuestros científicos y científicas en el mundo surge de forma aislada.

El desafío es hacer un Estado más eficiente y más efectivo en cuanto al impacto de sus intervenciones, no más chico; y quienes ocupen los Gobiernos de turno tengan un plan estratégico, cosa que no sucede, hoy en el Deporte. Y en ese repensar el Estado, cómo gasta o invierte el dinero de todas y todos nosotros, también tenemos que incluir al deporte en todas sus dimensiones. Sin dudas, detrás de cada deportista que logra alcanzar un premio internacional o consagrarse con un triunfo deportivo, o acceder a un título universitario, hay un Estado que incidió en su formación personal o en su entorno.

Es usual considerar que nuestras principales glorias deportivas son casos excepcionales, dotados de un gen o don único, o que son fruto de mera fuerza de voluntad, disciplina y constricción al trabajo. Si bien se trata de súper deportistas que triunfan a nivel mundial, siendo reconocidos en la mayoría de países por sus hazañas e historias personales de esfuerzo y superación, es necesario volver a mencionar y remarcar que detrás de sus vidas existió un Estado. Lamentablemente no es posible afirmar que sus carreras se hayan beneficiado de una política deportiva planificada; si tal hubiera sido la situación, nuestro país no tendría “casos excepcionales”, sino regularidades.

Pero sí es evidente que, directa o indirectamente, en mayor o menor medida, la existencia de un Estado que garantiza seguridad, educación y salud, los ayudó. 

Detrás de esos deportistas hubo, seguramente, una comunidad organizada trabajando en los clubes y las federaciones, ya sea a sueldo o haciéndolo totalmente ad honorem, con un Estado que por momentos los apoyó a través de diversos estímulos y políticas específicas. Solo un reducido número de nuestros deportistas fueron detectados como talentos a temprana edad. Si esta práctica hubiera estado extendida a la mayoría de los niños y niñas que incursionaban en los distintos deportes, se habrían beneficiados de los incentivos que actualmente se les destina a los deportistas de élite.

Si bien es cierto que la mayoría de quienes hoy están alzando trofeos o compitiendo a desgarro por ellos, tuvieron que recorrer un sinuoso camino muchas veces en solitario, en un país desigual, para lograr triunfar, pero siempre el Estado estuvo presente en algo. Sin ir más lejos, desde la creación del ENARD el o la deportista de alto rendimiento ha tenido políticas de apoyo a sus carreras deportivas que antes no existían, dándole mayores garantías y posibilidades de dedicarse a entrenar y no tener que preocuparse por cómo llegar a las competencias internacionales.

Por desgracia, esta herramienta que tan bien le hace al deporte, desde el 2017 se viene devaluando, desde que Mauricio Macri borró de un plumazo el 1 por ciento de la telefonía, el ENARD hoy, justamente, es financiado por todo el pueblo argentino.

Aún tenemos pendiente generar una política deportiva que articule las diferentes necesidades que tienen las y los deportistas. Están quienes se encuentran comenzando a practicar un deporte y necesitan destinarle recursos a esa preparación; están quienes ya pueden competir en ámbitos de alto rendimiento, pero necesitan movilizarse y acceder a profesionales que los acompañan y les hagan un seguimiento deportivo, alimenticio y de salud; están quienes necesitan financiar sus viajes para competir fuera del país movilizando no solo su persona, sino sus equipos y elementos de trabajo; además, y no menos importante, están quienes comienzan el camino hacia el retiro y necesitan el acompañamiento de especialistas que los asistan en este disruptivo cambio en sus vidas.

Evidentemente necesitamos entender al deporte como un heterogéneo conjunto de actores –no solo los deportistas– que tienen intereses diversos, pero cuyo punto en común para todos ellos es el deporte. En este variopinto grupo de personas están las y los deportistas, empresarios, auspiciantes, entrenadores, dirigentes, periodistas, médicos, científicos, familiares de deportistas, etcétera y también políticos. Es necesario que el Estado esté presente y les destine recursos a las y los deportistas antes de su consagración y que su presencia no se dé recién cuando la gloria los abraza.

Las instituciones públicas en su conjunto tienen que estar sobre todo en la etapa en que el deportista más los necesita: los primeros años, cuando la formación es costosa; cuando trabajar y estudiar pueden ser dinámicas que colisionan contra el entrenamiento de un deportista de alto rendimiento; cuando los viajes para competir son más costosos y quizás un vuelo o un transporte terrestre es lo que separa a un deportista de competir, de que la Argentina esté presente en una competencia regional o internacional. Lo mismo ocurre con los sponsors. La lógica del mercado es estar con los exitosos, no apoyar a un joven deportista que incursiona en esta carrera y cuyo destino aún es incierto. De lo que se trata, entonces, no es de obligar a los auspiciantes a que destinen su dinero a una causa con la que no están de acuerdo, sino de generar una red de auspicios más amplia –empezando por las empresas públicas como YPF, Aerolíneas Argentinas, ARSAT, Banco Nación, ENACOM, etc– que pueda incidir positivamente en la carrera de las y los deportistas y que ayude a que estos “embajadores” lleven nuestras marcas al mundo. 

Esto, a nivel mundial, no es una idea descabellada, muchos países con constancia, planificación y sobre todo inversión pública han logrado posicionarse como una de las naciones más interesantes para observar en materia deportiva. Lejos de buscar clausurar toda posibilidad de transformar el deporte argentino, a las y los apasionados del deporte nos debería generar un importante incentivo para hacerlo. Necesitamos percatarnos de los obstáculos, los proyectos frustrados y las limitaciones que hemos encontrado a lo largo de nuestra historia. Pero sobre todo necesitamos darnos cuenta de las potencialidades que tenemos, si planificamos, si articulamos, si trabajamos en equipo para transformar el deporte de nuestro país.

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Emiliano Ojea 
TW @emiojea
Presidente de Federación del Deporte Universitario Argentino @FeDUArgentina.
Comité Ejecutivo de International University Sports Federation @FISU
Consejero del Comité Olímpico Argentino @prensaCOA
Autor del Libro: Jugar en Equipo. Deporte+Educación=Movilidad Social Ascendente

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