Fútbol, retiro ¿y después?


19 de octubre de 2022

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por Gustavo Grazioli

La carrera de un jugador de fútbol en general no se prolonga más allá de los 35 años. Aunque en la actualidad, si se mantienen los cuidados necesarios, se puede llegar a extender hasta los 37, 38 e incluso hasta los 40. Sin embargo, al jugador le cuesta hacer referencia al retiro, no es algo que piense o espere con naturalidad. La mayoría de los futbolistas prefieren el silencio o directamente negarlo. Como quien dice, es un tema tabú. Al igual que la depresión, la angustia y los problemas de ansiedad.

Cuando deja de girar la pelota, la desolación se vuelve más grande y la vida está del otro lado de la puerta. Esos años de tener todo al alcance de la mano, no ir al banco, no conocer lo que es un cheque o no tener la necesidad de supervisar la cuenta bancaria, entre otras cosas, se terminan. Y después qué. Casos emblemáticos que terminaron de la peor manera y sin la contención necesaria hay de sobra. Mirko Saric, jugador de San Lorenzo, se quitó la vida en abril del 2000, Julio Cesar Toresani, hizo lo propio el 22 de abril de 2019. El exjugador de Boca y River, se quitó la vida, arrasado por inconvenientes económicos, familiares y laborales. Y otro caso que conmocionó el ambiente fue el de Santiago “Morro” García (ídolo de Godoy Cruz), quien se suicidó en febrero de 2021. 

"Cuando se detecta a un futbolista con depresión, no se lo cuida ni contiene con la misma vara, y tendría que ser así porque es una enfermedad también. ¿Por qué un futbolista no puede decir que es depresivo mientras juega? Noooo. No faltará el que lo señale: ‘Ojo, ojo que es depresivo’, y así se podrá explicar si jugó mal. Eso es meter mierda y no ayudar. Hay albañiles, panaderos, abogados, empresarios y periodistas que van a trabajar con depresión, y seguramente se los cuida, se los ayuda, como debe ser. Pero el futbolista no puede contarlo. Empecemos a cuidarlos en serio, a hacer algo por ellos. Basta de mentir y esconder", le dijo Matías Almeyda a La Nación hace poco tiempo.  

Jorge “Polo” Quinteros, ex jugador de Argentinos Juniors, San Lorenzo, Mallorca (España) y Universidad Católica, entre otros, dejó el fútbol hace más de 15 años. Se retiró a los 32 años, siendo goleador de la Copa Libertadores y con la posibilidad de seguir un tiempo más. Hoy su atención se deposita en la venta de motores de lancha para pesca, pero igual se muestra preocupado por la situación que viven sus (ex) colegas antes, durante o después de dejar de jugar, y rompe el silencio de temas que le hubiesen gustado tocar mucho antes. 

“Hay cosas que el jugador de fútbol no habla. Por ejemplo, el tema del retiro. Está prohibido hablar de eso mientras estás jugando. Y eso es porque el jugador piensa que siempre va a jugar. Te crees que nunca va a terminar. Es una de las profesiones en la que sos profesional por un tiempo corto. Cuando el dentista, el doctor, el ingeniero, acomoda los huesos en lo que está haciendo, nosotros nos retiramos”, dice el ex delantero del Bicho a Relatores, sentado en un bar de Núñez, cercano a la cancha de Defensores de Belgrano.

Marcelo Roffé, Licenciado en Psicología, quien actualmente lidera el Departamento de Psicología Deportiva del fútbol amateur de Lanús y de amplia experiencia en este deporte — trabajó 15 años con José Pekerman y participó en dos mundiales con las Selecciones de Argentina y Colombia — se refiere al tema del retiro como una “jubilación anticipada” y asume que el 70 % de los que dejan la actividad buscan reinsertarse en el fútbol, pero no todos lo consiguen y están obligados a buscarse otra cosa que les permita conseguir un sueldo. 

“Al ‘Pelado’ Meijide, defensor que supo jugar con éxito en el Club Atlético Independiente, lo vieron en el barrio vendiendo facturas en bicicleta. ‘Panchito’ Guerrero, otro ex jugador de Independiente, tiene una parrillita en Ezpeleta. El máximo ídolo de Independiente, Ricardo Bochini, grabó un spot publicitándose para estar y animar cumpleaños, y Juan Manuel Trejo, con 27 años, ex promesa del mismo club, hoy maneja un vehículo para Uber… Todos trabajos dignos pero que denotan que la vida continúa y no siempre de la mejor manera, que las luces se apagan”, indica Roffé en la introducción de su libro ¿Y después del retiro qué? Salud mental y resiliencia en el deporte.

Quinteros se refiere a esto desde su lugar de exjugador y con cierta óptica antropológica tras haber anotado mentalmente lo que vivió dentro de una cancha, un vestuario e incluso como representante de jugadores durante seis años. “Es muy difícil para el jugador. Argentina es un país que no puede estar sin fútbol. Es cultural. Entonces, si es tan importante: por qué los jugadores, la mayoría, terminamos mal. La otra vez leía una nota que marcaba eso. Hablaba de la depresión, la angustia, la ansiedad y de no encontrar un lugar una vez retirado o sentir vergüenza. De estar en un BMW y después tener que andar en un autito más chico”, dice.

Al Polo lo moviliza lo que sucede alrededor del fútbol y menciona la labor de los representantes y su participación en la negociación de los contratos. Se indigna frente a la idea de que otra persona, un intermediario, sea el responsable de gestionar la plata de un jugador y de que incluso el propio protagonista, muchas veces, no sea participe de dichas reuniones. “En estos momentos me dedico a vender motores eléctricos de lancha para pescar. Y ahí el que se ocupa de todo soy yo. Busco el cliente, llevo las cosas directamente y agarro la plata. En cambio, el futbolista, y a mí también me pasaba, se preocupa, va, hace las reuniones y a la hora de arreglar su dinero manda a una persona.”, se lamenta.
Y agrega: “No estoy diciendo que el jugador no tenga representante. Lo que digo es que vaya a la reunión y esté presente en las negociaciones. El jugador lo que no entiende es que el representante tiene que ser su empleado y no al revés. En el momento en el que hay que pelear la plata no puede permitir que vaya otra persona”.

El exdelantero e ídolo del club de La Paternal, intensifica su voz y hace hincapié en que el fútbol no sea lo único que ocupe los días de un jugador. Insiste en que deben estudiar y proyectar qué hacer para que cuando llegue el día de tomar la decisión de alejarse de un campo de juego, no los tome por sorpresa. “Cuando puse el comedor infantil – dice en referencia al comedor que tiene con su mamá en el barrio de Virreyes – entendí que si le podía dar una mano a uno para mí era suficiente. Con esto lo mismo. Si uno puede llegar a leer esta nota y darse cuenta de algo de lo que estoy hablando, suficiente”, dice.

“No hay que ver la vida de Agüero, Messi o Di María, de esos hay poquitos. Y si los acostaron alguna vez, se pueden levantar 150 veces. Los demás tenemos que cuidar mucho el dinero para el futuro. Los pibes se tienen que dar cuenta y hablar del día de mañana”, sostiene y sin dar nombres, arriba a ejemplos de muchos jugadores que no terminaron de la mejor manera. “Tengo compañeros que pasaron del Audi TT al colectivo. Ganaban 700, 800 mil dólares por año y hoy están mal. Y eso es porque no se prepararon o creyeron que les iba a entrar la misma plata toda su vida y eso no es verdad”, cuenta.

“Hay cosas que el jugador de fútbol no habla. Por ejemplo, el tema del retiro. Está prohibido hablar de eso mientras estás jugando. Y eso es porque el jugador piensa que siempre va a jugar. Te crees que nunca va a terminar"

Y concluye con casos ejemplificadores en los que sí ve reflejado una conducta a tener en cuenta para cuidar el estado de ánimo y la salud. “Por lo que veo, los que están bien son chicos que estuvieron preparados. Por ejemplo, Pablo Michellini. En el 2001 cuando jugaba conmigo en San Lorenzo, tenía una estación de servicio, hoy tiene diez. Dejó la vida en el entrenamiento, pero tenía otra vida además del fútbol. Estudió y se preparó”.

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