Golpe de estadio


08 de septiembre de 2021

Compartir esta nota en

por Roberto Parrottino

Cuatro días antes del escándalo en Brasil-Argentina, Bolsonaro ratificó en el cargo al militar director de la Anvisa. La suspensión por “invasión” de cancha renovó la credencial del fútbol como herramienta de uso político en un país al filo de la democracia.

Cuatro días antes del Brasil-Argentina suspendido a los cinco minutos, Jair Bolsonaro envió al Senado la ratificación mensual como director de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) del médico y contraalmirante de la Marina Antonio Barra Torres. Nombrado de modo provisional en 2019, Barra Torres había sido crítico durante la gestión del coronavirus con el presidente de Brasil, bajo investigación del Congreso por su política anticuarentena, acaso base de un posible impeachment. El Brasil-Argentina por las Eliminatorias a Qatar 2022 renovó la credencial del fútbol como herramienta de utilización política.

El fútbol, con la FIFA a la cabeza más allá del tironeo entre las federaciones y los clubes de Europa, suele vivir en una realidad paralela. Los futbolistas fueron “trabajadores esenciales” en la pandemia. Y en los Mundiales, la FIFA es ley: en Brasil 2014, redujo la capacidad del Maracaná y salteó la prohibición de vender cervezas en los estadios. Pero ahora en Brasil, advirtieron más de 150 figuras políticas de 26 países agrupadas en la Internacional Progresista, existe “el temor de un golpe de Estado”. En el Arena Corinthians de São Paulo, estado opositor a Bolsonaro, hubo un golpe en el estadio al fútbol-juego, espacio eterno de democracia.

La “invasión” de campo de los agentes de Anvisa, según el informe arbitral, causó la suspensión de Brasil-Argentina. Emiliano Martínez, Cristian “Cuti” Romero, Giovani Lo Celso y Emiliano Buendía, futbolistas argentinos que juegan en la Premier League inglesa, habían sido habilitados para jugar por la Conmebol, pero no “exceptuados” por el Estado brasileño. La AFA omitió que los jugadores habían estado en los últimos 14 días en Inglaterra. Suena ingenuo: todos lo sabían. Brasil se había quedado sin nueve futbolistas de la Premier, entre ellos el arquero titular (Alisson) y el suplente (Ederson), el capitán (Thiago Silva) y un delantero titular (Roberto Firmino). Sin embargo, quería jugar. Apenas se percató del papelón, Tite se derrumbó en el banco. “Tite comunista”, lo habían atacado en redes sociales fanáticos de Bolsonaro y hasta funcionarios del gobierno después de que el entrenador eligiese el silencio ante las críticas por la realización de la última Copa América en pleno pico de casos de Covid en Brasil. “La suspensión sorprende por su lamentable escenificación -escribió Santiago Segurola en El País-, pero no por las ambiciones que enfrentan a las organizaciones que dirigen el fútbol. Nunca como en este periodo el fútbol se ha visto sometido a tantas tensiones, ni a una pugna tan cruda por su gobierno. Si el fútbol ha funcionado desde el acuerdo, este momento divergente lo pone en grave riesgo de fractura”. 

El Brasil-Argentina del escándalo se empezó a jugar a las cuatro de la tarde, hora atípica. Los derechos de TV de la selección de Brasil en las Eliminatorias son de la cadena Globo, ahora “enemiga” de Bolsonaro. Tras Brasil-Argentina, Globo abriría una nueva etapa del tradicional programa “Domingão do Faustão”, pero ya sin Faustão, sino con Luciano Huck como conductor. Siempre opositor a Lula (“figurita repetida”) y al Partido de los Trabajadores, Huck camina por la “ancha avenida del medio”, como apuntó el periodista Sebastián García. La suspensión del partido “enfrió” la pantalla de Globo. “Que Anvisa actuara con su puesta en escena de mano dura sobre la hora -ratifica una fuente desde Brasil- abona la hipótesis de que fue para enfadar a Globo”. En la Copa América, que se jugó mientras Brasil superaba el medio millón de muertos por la pandemia, no hubo trabas: los partidos los transmitió SBT, otra cadena abierta de Brasil que, a diferencia de Globo, es cercana a Bolsonaro. Desde septiembre del año pasado, SBT además es dueña de los derechos de la Copa Libertadores. Sea cual fuera, las razones de la suspensión de Brasil-Argentina están muy lejos de la pelota.

Desde Inglaterra, Kenedy (Chelsea) y Andreas Pereira (Manchester United) se sumaron en los últimos días como refuerzos de Flamengo. Y Willian (Arsenal), a Corinthians. Ninguno realizó el aislamiento de 14 días exigido por Anvisa a los jugadores argentinos. Presentación, entrenamiento y a la cancha. Andreas Pereira hasta metió un gol en el 4-0 de Flamengo ante Santos una semana después de que llegara a Brasil. “Es algo que se deberá investigar y sufrirán sanciones los que no cumplieron”, se limitó a decir Barra Torres, el militar a cargo de Anvisa, aunque el artículo 3 del decreto gubernamental aclara que “las restricciones no se aplican a brasileños”. En el Brasil de Bolsonaro todo es posible. Desde la incompetencia de los funcionarios hasta la ineficacia de los protocolos. Brasil acaba de aprobar por ley las Sociedades Anónimas de Fútbol con el guiño de Bolsonaro, una “salvación” de los clubes, con deudas récords. Atlético Mineiro, que eliminó a Boca y River de la Libertadores, es el club con más rojo: 233 millones de dólares. Es el detrás de la hegemonía de Brasil en Sudamérica.

Otro lectura indica que Anvisa no aceptó ser “atropellada” por Bolsonaro, que había pactado con la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). ¿Pero por qué esperó a que empezara el partido para buscar y deportar a los jugadores argentinos? Demasiado poder atribuido a un organismo de un país cuyo gobierno maneja la tercera democracia más grande del mundo. El fútbol, igual, se autogobierna. La CFB se expone a sanciones de la FIFA. El fútbol también es caja de resonancia y show. “Nos está mirando el mundo”, dijo Messi en medio del remolino en el Arena Corinthians.

En 1912, Brasil y Argentina jugaron en Río de Janeiro por el aniversario del Grito de Ipiranga, la independencia brasileña, de la que se cumplieron el martes 199 años, celebrada por los bolsonaristas con un “espectáculo golpista”. Argentina le ganaba 3-0 en el entretiempo. Había siete mil personas en el viejo estadio de Fluminense. Julio Argentino Roca, presidente de Argentina entre 1880-1886 y 1898-1904, bajó al vestuario. Felicitó a los jugadores, les pidió “ser más diplomáticos”, darles una “alegría a los hermanos brasileños” y “dejar ganar” al rival, ya que el amistoso era para confraternizar. Roca había sido enviado a Brasil con la misión de aceitar las relaciones económicas entre los países. Los futbolistas deliberaron si debían “ir a menos”. No le hicieron caso. Argentina, al final, goleó 5-0 a Brasil. Nadie se metió adentro de la cancha.

 

Compartir esta nota en