Jugadoras que valen 10 pelotas: el amateurismo marrón del fútbol femenino


01 de abril de 2021

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por Ayelén Pujol

A fines de la década de 1920, un periodista del diario La Argentina entrevistó al dirigente Basso, del club Almagro. River pretendía llevarse -arrebatarle a Almagro- al jugador Uriarte, en pleno amateurismo marrón del fútbol masculino. “Ellos nos piden a Uriarte, ¿verdad? Pues nosotros no podemos beneficiarlos a ellos mientras nosotros nos perjudicaríamos notablemente”, explicó Basso en la nota.

-¿Y cómo podrá llegarse a un arreglito? -consultó el periodista.

-No hacemos tales arreglitos con nadie, y si ellos nos pidieran a Uriarte nosotros le solicitaríamos modestamente a Granara, Costa…
 

Oscar Barnade, periodista y especialista en historia del fútbol argentino, reúne en sus trabajos muchas de estas historias. En tiempos de -supuesto- amateurismo los futbolistas hicieron la huelga y entre sus reclamos incluyeron terminar con la “cláusula candado”, un decreto que los dirigentes habían impuesto en 1927 para que los jugadores no pasaran libremente de club a club de una temporada a otra.

 

El presente del fútbol femenino parece tener semejanzas con aquel proceso: en tiempos de semi profesionalismo, algunas protagonistas que no tienen contrato de trabajo quedan sujetas a lo que decidan sus clubes.

 

Lucía Soledad González es delantera, tiene 33 años y en los últimos días publicó una carta en sus redes sociales en la que contó que Comunicaciones, el club donde había jugado como amateur, le pidió 10 pelotas a otros clubes a cambio de su pase, negándole la posibilidad de cambiar de equipo cuando el reglamento establece la libertad de acción en el amateurismo.

 

 

“¿Por qué las jugadoras tenemos que recurrir a abogados para que los clubes nos dejen jugar? ¿Hasta cuándo vamos a estar desamparadas ante los abusos de los clubes? ¿Por qué una jugadora de primera división vale 10 pelotas?”, tipeó, con indignación y angustia.

 

González le cuenta a Relatores que después de haber sido goleadora en Comunicaciones decidió cambiar de aire. Allí no cobraba. El equipo se entrenaba tres veces por semana y muchas futbolistas pagaban la cuota social. “A mí me habían becado, pero cuando me rompí el tobillo -tuve un esguince de tercer grado-, nadie se hizo cargo de mi lesión. Nosotras costeábamos los gastos de la ropa también. Me quise ir a Racing y ahí me avisaron que Laura Díaz, la delegada de Comu, pedía las 10 pelotas. También intenté con Lanús y pasó lo mismo. Por suerte yo soy una privilegiada y pude pagarme un abogado para mandar cartas documento y exigir mi pase libre”, cuenta.

 

Su situación es común en el fútbol femenino con las jugadoras que todavía son amateurs. Ella se animó a ponerle voz a su reclamo, pero hay muchas que viven situaciones similares y no quieren hablar por temor a no poder volver a jugar o a sufrir algún tipo de represalias.

 

Según un relevamiento de Futbolistas Unidas -un colectivo de jugadoras que luchan por un fútbol feminista, disidente, federal y profesional- es común que los clubes retengan pases. Ante la consulta sobre si les pedían algo a cambio de otorgarles la libertad de acción, las jugadoras dejaron sus respuestas: “15 mil pesos jugando fútbol amateur”, “mucha plata”, “pelotas”, “materiales de entrenamiento” o “pelotas oficiales”. Una contó que le habían truchado el pase con Liquid Paper y que se lo dieron para que se fuera “tranquila” a España.


En la transición de la negociación por tener su pase, las futbolistas cuentan que, además de estresarse y angustiarse, muchas veces pasan seis meses o más sin jugar. Es el castigo que les imponen los clubes a los que pertenecen por desear irse.

 

La actual semi profesionalización arrancó con una denuncia que exponía los modos carroñeros del fútbol. “El movimiento feminista me re ayudó a abrir la cabeza. Antes yo pensaba: la UAI me da laburo y departamento. Ahora lo veo desde otro lado, nos usa”, le dijo Macarena Sánchez a la periodista Anuka Fuks después de iniciar una denuncia contra su -ahora ex- club y la propia Asociación del Fútbol Argentino.

 

La delantera jugaba ahí y trabajaba en una empresa del vicepresidente de la entidad, Ricardo Pinela, por entonces también a cargo del fútbol femenino en AFA. Cuando se había mudado de Santa Fe a Buenos Aires el club también le consiguió un departamento donde vivir con otras jugadoras.

 

“Lo que pasa es que el club quiere recuperar de alguna forma la inversión que hace en la jugadora”, dice un dirigente off the record. Reconoce que también entregó pelotas a cambio de una futbolista. Que lo arregló con el otro club. Y que transita la contradicción. Los consultados aceptan que esto sucede.

 

Cualquier dirigente puede llevarse a una jugadora amateur “de prepo” si le ofrece un contrato profesional: saben que de esa forma es más sencillo y no hay quien pueda oponerse.

 

Hasta ahora en Argentina nadie pagó por un pase de una futbolista. Dirigentes y representantes dicen que eso está cerca de suceder. Los clubes se preparan: muchos ya les ofrecen firmar contratos de mayor duración -dos o más temporadas-.

 

Mientras tanto, firman convenios entre clubes: acuerdos en que los que arreglan porcentajes por algún futuro pase o materiales de entrenamiento. O pelotas.

Y en el medio, claro, algunos clubes le “sacan” jugadoras a otros. Se pelean entre ellos.

 

Los equipos que no integran el lote de los que siempre pelean el campeonato, sufren. Saben que si un “grande” viene a buscar a sus futbolistas no podrán retenerlas. Los “poderosos” ofrecen mejores condiciones: desde viáticos más altos para las amateurs o mejores salarios para las profesionales. En algunos casos también implica mejores condiciones de entrenamiento y, claro, la posibilidad de la vidriera para pensar después en una posible transferencia al exterior.

 

Lucía González finalmente dejó Comunicaciones. Firmó contrato profesional en Excursionistas y el fin de semana pasado debutó en la derrota contra River por 12 a 0, al ingresar en el segundo tiempo.

 

“Nadie gana con todos estos manejos -dice-. Muchas veces los dirigentes están desprotegidos porque por ahí forman a una chica desde los 5 hasta los 15 años y tienen que dejar que se vayan sin recibir nada. Eso no es muy beneficioso para los clubes. El tema es que nadie habla de esto, de las 10 pelotas que se piden, y se sabe que pasa. Yo lo que menos quiero es que el fútbol femenino se transforme en el masculino, con mujeres dirigentas que hacen abuso de poder”.

 

Los derechos formativos ante futuras ventas en la disciplina todavía no están regulados. “Ese fue el último logro de Grondona para el fútbol sudamericano”, expresa Oscar Barnade.

 

Y aporta notas periodísticas de su archivo. En la década del ‘20, Beltramini pasó de Unión a Newell’s por dos mil pesos y  un empleo. Pablo Bartolucci, half derecho de Huracán, fue uno de los líderes de la Asociación Mutual de Footballers y de la huelga de jugadores de 1931 que precipitó el profesionalismo.

 

Por entonces querían eliminar aquella cláusula candado. A los jugadores rebeldes los mandaban a jugar un año en Reserva, que era lo mismo que echarlos, para después quedar libres.

 

Nueve décadas después en el fútbol femenino pasa algo parecido: hay un semiprofesionalismo con jugadoras con contratos y con amateurs que cuestan 10 pelotas.
 

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