La Formiga reina de Brasil


15 de junio de 2021

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por Delfina Corti

La mediocampista brasileña se convertirá en Tokio en la única jugadora de fútbol ?tanto masculino como femenino? en haber participado en siete mundiales y en siete juegos olímpicos. Luego, con 43 años, colgará los botines en la Canarinha. ¿Qué ocurrirá cuando eso suceda? Como dijo su compañera Marta, habrá que preparar la nueva camada de jugadoras para sobrevivir porque “Formiga no va a existir para siempre”.

"No voy a colgar los botines en Tokio. Será solo mi despedida de la selección brasileña”, anunció recientemente Mirialdes Maciel Mota, mejor conocida como Formiga. La mediocampista de Brasil jugará el mes que viene su último torneo para la verdeamarela. Con 43 años, se convertirá en la única jugadora de fútbol –tanto masculino como femenino– que pueda presumir de haber participado en siete mundiales y en siete juegos olímpicos.

“Al fútbol, pretendo jugar mínimo hasta los 45 años, si Dios quiere –aclara–. Va a decidir el tipo de ahí arriba, porque tengo salud y ánimo. Va a ser difícil pararme". Esta última temporada en el Paris Saint-Germain le da la razón: Formiga fue una jugadora clave para que el PSG ganara por primera vez en su historia la liga francesa. 

En el centro del mediocampo, Formiga “juega de todo –la definió la FIFA– y realiza, en cada partido, un impecable trabajo de hormiga”. De ahí, su apodo: maneja los tiempos del partido, abre constantemente la cancha, mueve la pelota, se encarga de las pelotas paradas y, además, marca goles. 

En Tokio, finalmente dará un paso hacia el costado después de 26 años en el seleccionado brasileño en donde fue subcampeona del mundo en 2007 y subcampeona olímpica en 2004 y 2008. Además, con la Canarinha marcó 29 goles en 200 partidos y es la jugadora que más veces vistió la verdeamarela.

A mediados de 2016, tras los Juegos Olímpicos de Río, Formiga había amagado con su retiro del seleccionado. “Quiero dejarles espacio a las nuevas jugadoras”, había señalado en aquel momento. Hasta que Vadão, el entrenador de Brasil en aquel entonces, la llamó en 2018 por teléfono y le pidió que reconsiderara su decisión. “El equipo te necesita y vos aún seguís jugando como en tu mejor momento”, le dijo. 

Formiga, a pesar de las palabras de su entrenador, estaba frustrada y puso en duda su regreso. “Había peleado tanto por el reconocimiento del fútbol femenino y quería que las condiciones ya fueran mejores para las futbolistas, pero eso no había sucedido”, reconoció tiempo después. Sin embargo, decidió regresar porque sabía que sus compañeras y el fútbol brasileño la necesitaban. 

“Sé que yo sola no puedo cambiar al deporte, pero si puedo ayudar al equipo, eso es lo que haré”, señaló cuando anunció su regreso. Cinco años después de aquellas palabras, Formiga es aún una referente dentro del plantel porque como la definió Vadão “es de los mejores ejemplos que tenemos en todo el mundo. No es de este planeta”.

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Formiga nació en Salvador de Bahía en 1978, cuando el fútbol estaba prohibido para las mujeres en Brasil. El decreto que lo establecía –y que estuvo en vigencia desde 1941 hasta 1979–  tenía como objetivo “resguardar” los cuerpos “frágiles” y “delicados” de las mujeres para concebir “niños sanos”. 

Cuando comenzó a jugar al fútbol con 7 años, aún quedaban las cenizas de aquella prohibición. Formiga creció en la pobreza de Bahía, junto con sus tres hermanos y su madre. Su padre había muerto cuando ella tenía ocho meses.

“En aquel momento, había muchos problemas en casa. Mis hermanos no querían que yo jugara. Estaban celosos. Entonces fue ahí cuando me di cuenta de que yo realmente quería jugar al fútbol y mi madre fue la única que me apoyó”, contó hace un tiempo.

Mirialdes –como la llaman en su familia– trabajó muy duro para cumplir su sueño. Por eso, no es casualidad que cuando aún jugaba en Bahía la hinchada de su club la haya apodado Formiga (hormiga, en portugués) por su esfuerzo, dedicación e intensidad en el mediocampo. “Al principio no me gustaba mucho –confesó–. Pero mientras más decía que no me gustaba, más me llamaban así y terminé por decir: ‘Me rindo, díganme Formiga'”.

Su trabajo incansable (tanto dentro como fuera de la cancha) y su historia con la camiseta verdeamarela la convirtieron en una de las referentes del fútbol brasileño y mundial. Por este motivo, cada vez que tuvo un micrófono frente a ella, levantó la voz en nombre de todas.  

“Los éxitos de la selección han tenido que pelearse con doble garra. Las victorias las conseguimos a pesar de la falta de recursos” señaló en 2017 cuando un grupo de jugadoras brasileñas, hartas del destrato de la federación, renunciaron al equipo a modo de protesta. 

Formiga hoy es un ejemplo para las jugadoras más jóvenes y su actual entrenadora en la selección, Pía Hundhage, se lo hizo saber. De ahí, su convocatoria para Tokio. “Sé que mis compañeras están pasando por un proceso que yo ya viví. A veces necesito detenerme y sentarme a escucharlas, y a veces ellas tienen que escucharme a mí. El respeto dentro del grupo es la clave”, confesó recientemente con la calma que la distingue.

En el Mundial de Suecia 1995, Formiga se puso por primera vez la camiseta de Brasil. Fue el 5 de junio frente al país anfitrión del torneo. Aquel partido y, para sorpresa de muchos, Brasil ganó 1-0 a Suecia. En la cancha, aquel día, estaba una de las figuras del equipo sueco, Pía Hundhage.  

Hace poco, Formiga reconoció que siente “saudades" de su país, después de jugar tantos años fuera. Por eso, la próxima temporada jugará en São Paulo, club en el que debutó con 15 años y, en el que posiblemente, se retire dentro de algunos años. ¿Qué ocurrirá cuando eso suceda? Como dijo su compañera Marta, habrá que preparar la nueva camada de jugadoras para sobrevivir porque “Formiga no va a existir para siempre”.

Mientras tanto, Formiga buscará en Tokio colgarse nuevamente una medalla olímpica y retirarse así de la selección de Brasil. Sabe que eso es posible porque, como confesó recientemente, “Dios me dio un don. Cuanto más viejo sea el vino, mejor. ¿No?”.

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