Los tres presidentes, Boca y Racing


12 de mayo de 2022

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por Ariel Scher

Hay Racing-Boca más poéticos y más chatos, más entintados de celeste y blanco y más coloreados de azul con oro, más abrochados al corazón de los pasados del fútbol y más brumosos en cualquier memoria. Hay Racing-Boca que se parecen y hay Racing-Boca incomparables. Y hay uno que ingresó en los archivos no tanto por el esplendor de la pelota sino por su peso político: lo vieron tres presidentes. Tres presidentes: Héctor J. Cámpora, Salvador Allende y Osvaldo Dorticós.

El 27 de mayo de 1973 Cámpora llevaba dos días como jefe del estado argentino, una responsabilidad en la que no llegaría a cumplir dos meses porque renunciaría para propiciar los comicios en los que Juan Domingo Perón fue ungido por tercera vez. Visitantes ilustres de la asunción presidencial, sus dos colegas acumulaban otro recorrido. Dorticós, quien se sentó a su izquierda en el palco, estaba a cargo del Ejecutivo de Cuba desde 1959 y perduraría en esa función hasta 1975. Allende, líder de la Unidad Popular, esperanza emblemática de una transformación para el sur de América, había asumido en noviembre de 1970 y, en las horas en las que pisó el Cilindro, resistía los embates del poder económico, de las fuerzas conservadoras y de los Estados Unidos que terminarían derrocándolo el 11 de septiembre de ese año.

¿Pudo ser el fútbol el tema del que conversaron mientras ese Boca que dirigía Rogelio Domínguez -curiosamente un gran ex arquero de Racing y, claro, del Real Madrid y de la Selección Argentina- vencía por 2 a 0 a aquel Racing del que, en emergencias, se había hecho cargo Juan Carlos Rulli, campeón mundial con la Academia en 1967? ¿O, estimulado por palpitar en un estadio inaugurado en los tiempos del primer peronismo, Cámpora les habrá narrado sus días de dirigente deportivo al frente del club Almafuerte de San Andrés de Giles, su ciudad bonaerense por adopción? ¿O, aplaudido por distintos sectores del público, Allende, habrá repasado la carta con la que, en 1922, solicitó asociarse al club Everton de Viña del Mar para practicar atletismo? ¿Y qué diría Dorticós, alta autoridad de una Cuba que transcurría una expansión deportiva innegable aunque con el fútbol lejos de ocupar el centro de la existencia cotidiana?

"Tres presidentes en nuestro estadio" tituló la mítica revista Racing en su contratapa del 28 de mayo, acaso la página menos preocupada por la afligente situación del equipo en esa edición posterior a la caída clásica. Allí, una crónica consignaba que no sólo tres presidentes se desplazaron hacia la cita de Avellaneda sino, también, el gobernador y el vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain y Victorio Calabró, y parte del elenco ministerial argentino: el canciller Juan Carlos Puig, el titular de Interior, Esteban Righi; el de Bienestar Social, José López Rega. Justo López Rega, más célebre en los tiempos que vendrían por concebir a la organización criminal y paraestatal Triple A, ostentaba un particular lazo con el fútbol. Desde 1966, cuando el dictador Juan Carlos Onganía sacó de la Casa Rosada al radical Arturo Illia, la Asociación del Fútbol Argentina (AFA) permanecía intervenida por el gobierno nacional y, a partir de los setenta, esa intervención la ejercía Bienestar Social. Eso implicaba que, a nivel institucional el fútbol, un universo que ya modelaba el Mundial de 1978, le reportaba a ese ministro. Eso implicaba poder.

Ni siquiera las destrezas ya consolidadas del joven Ubaldo Matildo Fillol en el arco local evitaron que, durante los minutos finales del partido, Hugo Curioni y Enzo Ferrero consiguieran los goles de Boca. "Curioni: el gol que siempre tiene Boca" abreviaría la revista El Gráfico en su tapa, con el delantero erguido al lado del número 1 de Racing. En sus páginas interiores, la publicación incluía una fotografía de los tres mandatarios y este texto: "El doctor Héctor J. Cámpora, nuevo presidente de los argentinos, prestigió con su presencia la fiesta futbolística de Avellaneda, junto con los mandatarios de Chile y Cuba, doctores Salvador Allende y Osvaldo Dorticós. Cuando Boca hizo el primer gol la inventiva de la hinchada creó en el acto un cantito dedicado a la afición boquense del doctor Cámpora: "El Tío está contento..., lará, lará, lará...". El Tío, como todo el país decodificaba en aquella época, era Cámpora.

Bajo la mirada vaya a saber si atenta del trío presidencial, Racing presentó a Fillol; José María Gatti, Rodolfo Domínguez, Ricardo Troncone, Juan Carlos García Sangenis; Carlos Squeo (que jugaría en Boca), Francisco Rivadero, Roberto Salvatierra; Néstor Leonel Scotta, Oscar Víctor Trossero (llegado de Boca) y Ramón Noguera. Desde el banco apareció el mendocino Osvaldo Lamelza, que en esa ocasión no pudo corroborar su condición de goleador. Boca mostró a Rubén Sánchez; Vicente Pernía, Roberto Mouzo, Roberto Rogel, Armando Ovide; Jorge José Benítez (formado en Racing y ese día sustituido por Rubén Peracca), Carlos Pachamé y Osvaldo Potente; Ramón Ponce, Curioni y Carlos Guerini (que le dejó su sitio a Ferrero). El árbitro fue Roberto Barreiro, quien, más que por sus silbatazos de esa vez, suele ser mencionado entre los historiadores del fútbol su actuación del 25 de enero de 1978, cuando Independiente, con tres expulsados, igualó con Talleres en Córdoba y salió campeón.

"Ese fue un partido opaco. Estábamos mal en esa época. Se habían ido Perfumo, Basile, el Panadero Díaz y andábamos de recambio", evoca el periodista Lito Trabes, a quien ni esos tragos feos ni ningunos otros posteriores lo distanciaron de su Racing y que, en consecuencia, respiró los aires del Cilindro en la jornada de los tres presidentes. "El mayor lío fue que, como nunca, se complicó entrar al Recinto de Honor. Había que hacer unos trámites tremendos que generaron malhumor tanto entre quienes se sentían cerca del gobierno como en los que no lo estaban. Claro, ese nivel de controles no era habitual por aquellos días".

No muy lejos del epicentro del Recinto de Honor, en los últimos años los hinchas de Racing pudieron detectar la imagen del sacerdote Carlos Mugica, tan fana del club que, en Glasgow, asistió a la primera de las tres finales del mundo contra el Celtic escocés. Allí se topó con John William Cooke, otro hincha de Racing, abogado, dirigente político y autor de una obra de impactante volumen político, quien en 1956 había sido designado apoderado del justicialismo por Perón y luego temporariamente migrado a la Cuba que presidía Dorticós. Caminos convergentes: Cooke y Cámpora, un hincha de Racing y un presidente que fue a ver fútbol con otros presidentes a Racing, se fugaron juntos, en 1957, del penal de Río Gallegos en el que habían sido confinados por su militancia.

A Mugica, una referencia para mucha gente que adhirió al ciclo que abría Cámpora, lo asesinaron el 11 de mayo de 1974, menos de un año después de la cumbre de presidentes en Avellaneda. En diciembre de 2021, Racing le restituyó la condición de socio en un acto impactante en el cual 46 de los 30.000 desaparecidos que dejó el genocidio que asoló a la Argentina desde la mitad de los setenta se volvieron socios eternos de la entidad. En esa ceremonia participó Eugenio Mena, integrante del plantel de Racing, chileno, alguien que, en sus redes sociales digitales, suele publicar mensajes condenatorios al golpe que acabó con el mandato democrático y constitucional de Allende y en repudio a las brutalidades de la dictadura en su tierra. En uno de sus posteos, relampagueó esta frase: "Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro". Está escrita en un sector del Estadio Nacional de Santiago, el mayor centro de detención y de torturas de régimen de Augusto Pinochet.

La decisión reparatoria de Racing abarcó al estudiante, poeta, trabajador de prensa y militante Alejandro Almeida, otro devoto de Racing, cuya mamá, Taty, constituye un símbolo de las Madres de Plaza de Mayo, por tanto un símbolo de la dignidad humana. En esa época, Alejandro, quien se asoció a la entidad junto con su hermano y compinche Jorge, acompañaba desde la tribuna a su Racing querido en aquel 27 de mayo durante el que se disputó la decimocuarta fecha del Torneo Metropolitano de 1973. Es probable que la derrota frente a Boca no le haya suscitado asombros excesivos. La presencia de Cámpora, de Allende y de Dorticós sí que lo sorprendió.

De cualquier manera, esa incursión futbolera no resultó inaugural en el Cámpora presidente. Sin haberse calzado la banda, cuarenta y ocho horas después del 11 de marzo, cuando una lluvia de sufragios lo consagró ganador de las elecciones, se trasladó hasta el Gasómetro de Boedo. Fue testigo del duelo que, por la Copa Libertadores, enfrentó a San Lorenzo con River. Tampoco hay constancias sobre sus impresiones del gol del Ratón Ayala que le concedió el triunfo a los locales. Sí constan sus sonrisas abrazado a los jugadores de ambos equipos en una noche feliz.

Cámpora murió en el exilio mexicano en 1980 mientras transcurría la peor de las peores dictaduras argentinas, Allende resistió hasta el fin dentro del palacio gubernamental chileno en el sombrío septiembre de 1973 y las relaciones de ambas naciones con la Cuba revolucionaria ya no fueron ni de cerca las que posibilitaron que, durante un domingo que no fue cualquier domingo, tres presidentes se sentaran en un palco para ser testigos de una cita mayor del mayor de los juegos. Inclusive, esa cumbre con marco de fútbol pareció esfumarse entre los papeles viejos.

“A la salida pudimos dialogar brevemente con el doctor Allende, quien manifestó que la fiesta lo había impresionado favorablemente, aunque opinó que Racing no debería haber perdido ese partido”, anotó el cronista de la revista Racing luego de semejante día. Casi no importa si ese juicio brotó como una certeza o como un consuelo. Lo que sí importa es cuando se cruzan Boca y Racing casi siempre habla el fútbol y es maravilloso que así suceda. Y, a veces, algunas veces, el fútbol habla y, también habla la historia.

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