Luis Díaz, un crack indígena y colombiano


10 de octubre de 2021

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por Roberto Parrottino

Figura en Colombia y el Porto de Portugal, el futbolista wayuu integró antes la selección de los pueblos originarios. Sufrió problemas de desnutrición, como más de 16 mil niños hoy en riesgo en La Guajira, una región olvidada por el Estado. Ahora es pretendido por los clubes más poderosos de Europa.

 

Nunca más se volvió a jugar la Copa Americana de Pueblos Indígenas. Pero estamos en 2015, y ocho selecciones nacionales con futbolistas originarios se reúnen en Chile. A pesar de que la Copa Americana de Pueblo Indígenas es organizada y avalada por la Conmebol, la Federación Colombiana de Fútbol le responde a la Organización Nacional Indígena de Colombia: “No pueden usar la camiseta de la selección”. En el equipo colombiano se destaca un chico de 18 años de la comunidad wayuu, raquítico, con evidentes signos de desnutrición, al que llaman “El Flaco” en el barrio Lleras del municipio de Barrancas, una zona desértica de La Guajira, que figura en los mapas, dice la leyenda, sólo porque pasa el tren que transporta el carbón del Cerrejón, la mina más grande de Colombia. Juega con la N° 8, es el capitán, combina habilidad en velocidad, mete dos goles, pierde la final de la Copa de Pueblo Indígenas ante Paraguay. Se llama Luis Fernando Díaz Marulanda. Seis años después, es el mejor futbolista colombiano en la actualidad.

Luis Díaz fue el goleador con cuatro tantos junto a Lionel Messi en la reciente Copa América de Brasil. Le metió golazos al local y al campeón Argentina. Colombia le ganó el tercer puesto a Perú. Díaz fue elegido la revelación de la Copa América y en el equipo ideal, con Messi y Neymar en el ataque. Su club, el Porto de Portugal, elevó la cláusula de rescisión a 50 millones de euros. En la Primeira Liga lleva ahora seis goles en ocho partidos: es el máximo goleador de la liga portuguesa. “Equipos como Barcelona, Bayern Munich, Liverpool y Everton -se lee en el diario El Espectador- han mostrado interés por el guajiro”. Cuando regresó en 2015 de la Copa Americana de Pueblo Indígenas, Carlos “El Pibe” Valderrama lo recomendó para que jugara en el Junior de Barranquilla. Valderrama lo había detectado en la selección indígena. “Cuando están pelaos (jóvenes), los jugadores muestran enseguida de qué y para qué están hechos -decía Valderama en 2017-. Y de entrada este pelao me sorprendió. Dije: 'Este va pa'lante'. Miralo cómo enfrenta, la rapidez y la habilidad que tiene, y cómo trabaja para el equipo, lo que hoy es muy bueno en el fútbol moderno”.

 

Díaz comenzó a jugar en 2016 en el Barranquilla Fútbol Club, filial del Junior. “No puedo decir que estaba desnutrido -recordó Percy Cardona, preparador físico de Barranquilla-, pero sí que tenía falencias en la alimentación”. Al año jugaba en el Junior, con el que ganó la Copa Colombia 2017, el Torneo Finalización 2018 y la Superliga y el Torneo Apertura 2019. En enero de aquel año, Marcelo Gallardo lo pidió con obstinación. Quería que Luis Díaz fuera el reemplazante del Pity Martínez. River hizo dos ofertas. Primero, cuatro millones de dólares por el 70% del pase. Después, cinco por el 75%. “Argentina es una plaza muy buena para llegar a Europa -decía Díaz-. Sería muy importante para mi carrera, siempre lo he soñado. Hablé con Teo (Gutiérrez) y me dijo de lo bueno que es el profe (Gallardo), de la hinchada y de lo linda que es Buenos Aires”. No necesitó el trampolín argentino: a cambio de siete millones de euros, “Lucho” -atrás había quedado “El Flaco”- se marchó al Porto.

 

Díaz aprendió a jugar a la pelota en las escapadas a los campitos de los riachuelos. Bajo un calor agobiante, con los vallenatos de fondo de Silvestre Dangond, Martín Elías y Diomedes Díaz, imitaba los movimientos de Ronaldinho. Su padre tenía una escuelita de fútbol. “Mucha humildad, poco apoyo. Ese es mi pueblo, un lugar en el que la gente te da sin importar que no tenga nada”, ha dicho. John “El Pocillo” Díaz, su entrenador en la selección indígena, destaca que el guajiro “jugaba con la cabeza levantada y era clarito en los pases”. El Pocillo Díaz se encargó de hacerlo crecer en Barrancos, una porción de Colombia olvidada por el Estado: “Lo llevamos a uno de los hogares sustitutos que manejamos, le aumentamos la cantidad de proteína, de 150 a 250 gramos, y el tipo de vegetales. Así empezamos a darle suplementos multivitamínicos para aumentar su masa muscular”. También de marcarle el camino profesional: “Cuando ponía música en la concentración dejaba de ser introvertido. Tanto, que una vez me tocó subir a las once de la noche al cuarto porque tenían una guachafita con otros compañeros y no dejaban dormir a nadie”.
 



Juan Pablo Gutiérrez -fotógrafa indígena, de la comunidad yukpa- coordinó los primeros torneos de fútbol de los pueblos originarios en la Organización Nacional Indígena de Colombia. Amenazado de muerte por grupos paramilitares, Gutiérrez, defensor de los derechos humanos, se exilió en 2018. Durante la Copa América de Brasil, Gutiérrez recordó el paso de Luis Díaz por la selección indígena: “Hoy, paradójicamente, está dejando en alto el nombre de la Federación Colombiana con la camiseta oficial de la selección que le prohibieron”. En lo que va de 2021, al menos 29 niños murieron de desnutrición en La Guajira, donde escasea el agua potable. Y más de 16 mil chicos de las comunidades indígenas wayuu, kogi, ika, kankuamo y wiwa están en riesgo por falta de alimentos. El gobierno de Iván Duque se vanagloria: exhibe como ejemplo a Luis Díaz, pero cuando los pueblos originarios llegan a la capital Bogotá con reclamos y en huelga de hambre, la única respuesta es la represión policial. El fútbol, se sabe, suele ofrecer vías de escape cuando no hay otras oportunidades. Luis Díaz puede dar fe.

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