Messi, Sartre y el PSG


13 de agosto de 2021

Compartir esta nota en

por Ariel Scher

Un viaje cósmico y filosófico ante la llegada del astro argentino a París, bajo la lupa de Ariel Scher.

Imagínenlo ahí, en la tribuna, apuntando los lentes tan distintivos rumbo al corazón de la cancha. Imagínenlo, por qué no, bajito como en todos sus días, analizando a las personas y a las sociedades y atento a unas cuantas revoluciones. Imagínenlo, la boca suelta, la pipa encendidísima y lanzando al viento de la hinchada una de sus conceptos de fútbol que no el fútbol pero sí la filosofía repite hace rato: "En el fútbol todo se complica por la presencia del equipo adversario". Imagínenlo a Jean Paul Sartre, uno de los pensadores más gravitantes del siglo veinte, simpatizante del París Saint Germain, ahora, justo ahora, viendo jugar a Lionel Messi.

Porque sí y porque es cierto: el mundo no es una colección de curiosidades pero, de tanto en tanto, parece serlo. Hipercrack entre los hipercracks, Lionel Messi vestirá la camiseta del club por el que, de acuerdo con algunas crónicas y sin que abunden las precisiones, Sartre tuvo algún afecto. Y no sólo eso: si el fútbol está en la obra de ese hombre que fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 1964 y se dio el gusto de rechazarlo, eso aconteció gracias a sus lazos con la historia del equipo al que ahora la humanidad pronuncia con una frecuencia más rápida que el tiempo.

Verdad que cuando Sartre nació en París el 21 de junio de 1905, ochenta y dos años y tres días antes que Messi, resultaba impensable que capitales de origen catarí arrasaran con el fútbol del mundo y volvieran mercadería propia a cada jugador que se les cantara. Del Sartre pibe, lo más cercano al fútbol aparece apenas apuntado en su libro "Las palabras" (1964), con eje en su infancia: "Seco, duro y alegre, me sentía de acero, liberado por fin del pecado de existir; jugábamos a la pelota entre el Hôtel des Grands Hommes y la estatua de Jean-Jacques Rousseau; yo era indispensable".

Ni Messi ni Neymar ni Mbappé ni Di María ni nada de la prepotencia opulenta del dinero que en esta era es sinónimo del PSG emergían en ninguna imaginación un año antes de que Sartre respirara sus primeros aires. Sin embargo, también había cosas impresionantes y de fútbol. Es que en 1904, fuerte suceso, surgió el Stade Saint Germain, el club que parece haber encaminado las retinas del filósofo francés durante unos ratos hacia el fútbol, el club que, además, en 1970 se fusionó con el París F. C. para parir al París Saint Germain.

Como casi con todo lo que atravesaba su vida, Sartre hizo de la observación del fútbol -una observación desarrollada en París y en el estadio- un campo para la reflexión. Queda evidenciado, más que en ningún otro lugar de su obra, en "Crítica de la razón dialéctica", un trabajo culminante aparecido en 1960. Ahí sostiene que, haciendo confluir la cooperación y la competitividad, un partido de fútbol es una práctica que da organización y concede sentido. "Es ejemplar -enfatiza- el caso del fútbol, con las relaciones entre los jugadores, esos pequeños grupos estrechos y rigurosos; la indiferenciación del derecho y del deber para cada jugador, así como el juego de las reciprocidades diversas entre jugadores, grupo adverso y espectadores". Aunque ni Sartre ni nadie lo manifestaría de esa manera sudando expectativas en la popular, esa síntesis, leída en frío, cuenta mucho de lo que le (nos) ocurre cuando la pelota gira y genera compromisos, pasiones, contrapuntos e identidades.

Dilema sin posibilidad de respuesta. ¿Qué percibiría Sartre, hincha o estudioso, en este PSG que se lleva casi todo y que amaga con profundizar el viaje del fútbol desde lo democrático (un juego para todos y para todas en el que cualquiera puede ganar) a lo antidemocrático (el que tiene más fondos multiplica perspectivas de ganar porque concentra a quienes mejor juegan)? ¿Qué opinaría de Messi y de sus nuevos colores el viejo Sartre, marxista muy a su modo, alguien que en su pieza teatral "El diablo y dios" sentenció: "Cuando los ricos se embarcan en una guerra, son los pobres los que mueren"? ¿Disfrutaría de la calidad inmensa de tanto genio futbolístico junto y postergaría sus críticas al capitalismo porque, como afirmó, "lo más desagradable del mal es que a uno lo acostumbra"? ¿O ni se conformaría ni se adaptaría y preferiría soñar con que alguno de los hipertalentosos del PSG hiciera como el Diego y se tatuara al Che Guevara, dado que el Che y Sartre tuvieron un notorio encuentro en Cuba en el que el argentino fascinó al francés?

El filósofo argentino César R. Torres, un experto en poner la mira en lo deportivo, se atreve a una contestación:  "Se podría especular que Sartre hubiera aprobado el entusiasta arribo de Messi al fútbol francés, ya que abre la posibilidad de renovar ese patrón de praxis cooperativo y competitivo.  En este sentido, es de esperar que la presencia de Messi en Francia facilite niveles elevados del complejo de reciprocidad positiva cooperativa y reciprocidad negativa antagónica que es, para Sartre, el fútbol.  Así, también se podría especular que Sartre desearía, siguiendo su frase que 'en un partido de fútbol todo se complica a causa de la presencia del equipo contrario', que Messi continúe en Francia su eximia tarea de complicar al equipo contrario".

Vaya a saber. Quizás no sea posible esclarecer aquellos interrogantes. Autor de "El ser y la nada", figura cumbre del existencialismo, acaso el propio Sartre replicaría otra de sus expresiones más divulgadas: "Hoy en día sabemos cómo se hace todo, excepto vivir". Y quizás sufriría mucho menos que una hinchada en estado de fervor o de preocupación. "Resulta difícil concebir a Sartre -evaluó el mexicano Juan Villoro, notable narrador y consecuente futbolero, en su artículo "El arte y el fútbol"-, hombre de letras, comprometido con la razón 24 horas al día, preocupado por la suerte del Paris Saint Germain".

Si tantos millones desparramados sobre el césped se le tornaran un contraste insoportable en un planeta que expande el hambre -después de todo, también escribió "La náusea"-dispondría del refugio en el boxeo, su actividad favorita. Cuentan que hasta se entrenaba con detalle. Lleno de gracia, el gran César Tiempo (periodista, dramaturgo, poeta, todo de maravillas) reseñó en sus "Capturas recomendadas": "Sartre camina bien y, de espaldas, parece un hombre joven más acostumbrado al ring que a la cátedra. Es cierto que cuando enseñaba filosofía en El Havre, las tardes de los jueves boxeaba con sus alumnos".

Una lástima, aun así, que Sartre se haya perdido a Messi. Murió el 15 de abril de 1980, apenas después de las dos temporadas extraordinarias y goleadoras de Carlos Bianchi, otro argentino, en el antiguo PSG, ese cuya billetera ni se acercaba a las más anchas del fútbol de Francia o de Europa. Está enterrado junto a su célebre compañera Simone de Beauvoir (bien citada por Ángel Cappa y por María Cappa en su volumen "También nos roban el fútbol") y a no tanta distancia de otros escritores amantes del boxeo como el argentino Julio Cortázar y el irlandés Samuel Beckett o del campeón mundial de ajedrez Alexander Alekhine.

Hubiera sido una tentación esperar las consideraciones sartreanas sobre el conjunto de supernombres de fútbol que asoma en París. "El guardameta fue quien salvó varias veces a su equipo a través de acciones individuales, es decir, de una extralimitación de su poder en una práctica creativa", retrató sobre una jugada, en un párrafo estampado también en "Crítica de la razón dialéctica". De Messi, un especialista en la "extralimitación de su poder en una práctica creativa", ¿qué diría?

Raro sería que no terminara deslumbrado. Inclusive si lo de sus lazos con el PSG no consistiera más que en una leyenda bonita. Al cabo, se trataba de un señor que se atrevió a una sugerencia a la que convendría no cerrarle las orejas: "No perdamos nada de nuestro tiempo. Quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro". Y en el corazón de este tiempo, hay un muchacho rosarino que gambetea, patea, fantasea, realiza y vuelve hermoso lo que podría ser rutinario. "El fútbol es una metáfora de la vida", abrevió Sartre en su frase futbolera más famosa. Imagínenlo, entonces, sin dejar de putear por los estragos inhumanos de la sociedad de consumo, confirmando que el PSG le agrega desigualdad a una realidad groseramente desigual, pero envuelto en una camiseta número 30 flamante y, como la humanidad, atento a lo que sacude a París, o sea aplaudiendo a Messi.

Compartir esta nota en