El sentido del fútbol


15 de julio de 2022

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por Ariel Scher

En el último de los inviernos del Norte, una ciudad extravió la risa. Ni los humoristas entrenados ni los simpáticos vocacionales encontraban un dibujo feliz en alguna cara. Gobernantes y gobernados buscaban en mil lugares y en diez mil circunstancias una razón para reír. Nada hallaban en ese invierno parco hasta que alguien organizó un partido de fútbol. Un rato más tarde, hubo goles y hubo jugadas y, entonces, la ciudad y su gente retornaron a la risa.

En la penúltima de las primaveras del Este, un pueblo se quedó sin abrazos. No había abrazos ni de los padres para los hijos, ni de los amantes para las amadas, ni de los amigos para quien fuera. Personas de afectos distintos procuraban recordar el valor de extender los brazos hacia otro. Nada conseguían en esa primavera desangelada hasta que unos jóvenes armaron un partido de fútbol. Un rato más tarde, hubo tribunas con fervores y, entonces, el pueblo entero se volvió a abrazar.

En un reciente otoño del Oeste, un país perdió la pasión. Todo daba igual: levantarse o acostarse, las pestañas de una mujer o la tapa de una cocina, ver el sol o no ver nada. Docentes y médicos ensayaron sus saberes. Nada les funcionó en ese otoño opaco hasta que un antiguo dirigente propuso jugar un partido de fútbol y, entonces, el país completo regresó a la pasión.

En un cercano verano del Sur, un continente perdió todos los sueños. Nadie esperaba nada, nadie proyectaba nada y nadie soñaba con restaurar los sueños. Expertos en la condición humana trataban de entender los abismos de ese verano desperdiciado. Nada les fue posible hasta que un azar generó un partido de fútbol y, entonces, ese continente redescubrió la maravilla de poder soñar.

Muy mejorados, los del Norte y los del Este, los del Oeste y los del Sur insistieron entusiasmados con el fútbol. Pero desembocaron en un mal asombro. De tanto reparar otras pérdidas, de tanto tapar los agujeros abiertos en el resto de la existencia, el fútbol se había quedado vacío. Y hasta peor: había ocupado ese vacío con tristezas, aburrimientos, violencias y malos hábitos.

Desde entonces, en todas las estaciones del año, hay hombres que, por gratitud o por memoria, encaran un desafío: lograr que el fútbol recupere su sentido. O sea que vuelva a ser pura risa, puro abrazo, pura pasión, puro sueño.

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