Aquello que nadie creyó real hasta que se consumó se produjo el 26 de junio de 2011. River Plate no pudo con el humilde Belgrano de Córdoba en la promoción y descendió por primera vez en su historia. La noticia retumbó en cada rincón del planeta. El gigante del fútbol sudamericano y mundial besó la lona. La piña resultó devastadora, le contaron hasta diez y no se levantó. El tiempo demostró que River supo reinventarse, que volvió más fuerte que nunca. "Me verás volver y te arrodillarás" decía una bandera que anticipó la resurrección, pero esa es otra historia.

Hace diez años, River empató 1-1 con Belgrano en el Monumental y no pudo revertir el 0-2 en el partido de ida en Córdoba. Más de 65 mil hinchas empezaron aquella jornada dominguera de sol con entusiasmo. Los hinchas de River venían penando hace tiempo. El descenso no fue por culpa exclusiva de Belgrano, se repartió con temporadas de números negativos. Desde la presidencia de José María Aguilar hasta la de Daniel Passarella, el ídolo que ganó las elecciones frente a Rodolfo D'Onofrio por cuatro votos y decepcionó a gran escala.

River empezó su calvario a fines de 2008 cuando finalizó último en el campeonato local. El equipo de Diego Simeone había logrado el campeonato en el primer semestre de ese año, pero luego todo se desmoronó. Simeone dejó a un River en caos. Desde el interino Gabriel Rodríguez pasando por Néstor Gorosito, Leonardo Astrada, Ángel Cappa y Juan José López, el Millonario acumuló campañas discretas que lo pusieron entre la espada y la pared. Cuando quiso reaccionar, con múltiples contrataciones, entre ellas Jonatan Maidana, fue tarde.

El River del "Negro" López, quien se habia autoproclamado como "soldado de Passarella", realizó una buena campaña, pero no le alcanzó. Se cayó a pedazos en las últimas fechas. Un triunfo ante Racing en Avellaneda, con gol de Mariano Pavone, lo tenía en las primeras posiciones del torneo aunque lo que realmente miraba con detenimiento era la de promedios. Estaba afuera. Sin embargo, resultados negativos ante All Boys, Boca y San Lorenzo, dinamitaron el ánimo de un plantel comandado por Matías Almeyda.

El primer enfrentamiento con Belgrano en Córdoba fue el principio del fin. Aquella noche, el paraguayo Adalberto Román cometió un penal por haber tocado la pelota con la mano y César "Picante" Pereyra se transformó en una pesadilla. Días después, River creyó en la épica con un equipo remendado sin Almeyda y Paulo Ferrari.

Pavone puso el 1-0 e ilusionó a todo River. Un penal no cobrado a Leandro Caruso por decisión de Sergio Pezzotta enfureció al Monumental entero. El club de Núñez pudo haberse ido al vestuario con la ventaja que lo salvaba del descenso. En el entretiempo, Pezzotta sufrió amenazas y un clima raro se apoderó del estadio. Enseguida, se reflotó la historia sobre el supuesto pulgar hacia abajo de Julio Grondona a River cuando Passarella le recriminó en persona el arbitraje de Patricio Loustau en la derrota 2-0 ante Boca en La Bombonera.

El gol de Guillermo Farré enmudeció a uno de los templos de fútbol. Una desitenligencia en la defensa de River puso al Belgrano de Ricardo Zielinski más cerca de la gloria. Los nervios desencajaron al equipo de Jota Jota que ni siquiera aprovechó el penal otorgado por Pezzotta (¿a modo de compensación?). Pavone pateó fuerte al medio y Juan Carlos Olave se transformó en otro de los héroes de la gesta cordobesa. A partir de ahí, la barrabrava local tuvo su partido aparte con la policía y el contexto se llenó de drama. Gases lacrimógenos activaron el pánico de los hinchas que ya no tenían consuelo en la platea y solo pensaban en volver a sus hogares lo más rápido posible.

Los hinchas de Belgrano, en un rincón de la tribuna Centenario, contemplaron hasta tarde la triste postal, mientras celebraban el ascenso a la primera división.

El mundo se enteró del descenso de River y continuó su curso. A los pocos días, el "Millonario" planificó la vuelta a primera que concretó al año siguiente luego de un histórico y mediático paso por el Nacional. El 26 de junio de 2011, River se fue a la B y nadie lo podía creer.