Urondo, Trelew y el fútbol


20 de agosto de 2022

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por Ariel Scher

Ahí, donde no parece posible, está lo que es el fútbol en la Argentina.

Ahí, en un libro. O no en un libro: en una conversación. O no en una conversación: en un documento de época. O no en un documento de época: en una celda.

O sí es todo eso. Todo eso junto.

Todo eso junto es "La patria fusilada", el texto en el que Francisco "Paco" Urondo reconstruye la Masacre de Trelew, o sea la matanza de 16 militantes que la penúltima de las dictaduras argentinas efectuó el 22 de agosto de 1972 en un emplazamiento militar de esa ciudad. Esa reconstrucción está ejercida a través de una entrevista a María Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo René Haidar, los tres sobrevivientes a esa barbarie. El escenario es la cárcel de Devoto, pleno Buenos Aires, donde esas tres personas permanecen detenidas pero en la frontera de recuperar la libertad porque acelera la noche del 24 de mayo de 1973 y la dictadura se volverá pasado al día siguiente cuando asuma el presidente Héctor Cámpora.

Se trata de un material impresionante porque porta el sello de Urondo, un escritor y un periodista así de impresionante. Y, sobre todo, por lo que pesan cada palabra, cada coma, cada memoria. Aunque quienes hablan son parte de un clima de fiesta -se acaba la opresión, se acaba la prisión, se sueña con otro país y con otro mundo-, hay un registro al mango de que lo que ocurrió en Trelew debe ser contado en detalle. Lo que ocurrió en Trelew: veinticinco presos pertenecientes a diversas organizaciones políticas (Montoneros, FAR, ERP) se fugan el 15 de noviembre del penal de alta seguridad de Rawson, con la pretensión de llegar hasta el Chile que gobierna Salvador Allende, pero, luego de desandar los 21 kilómetros hasta el aeropuerto de Trelew, apenas seis consiguen subirse a un vuelo mientras que el resto se entrega poniendo la condición de que debe retornar al sitio de la fuga. Lo que ocurrió en Trelew: los desplazan a la base Almirante Zar, de la Armada, y ese 22 de agosto los fusilan.

Promedia el libro. O promedia esa charla que empieza a las 21 y se extiende hasta las 4 de la madrugada. Urondo tiene manos de narrador brillante, conciencia de militante entero y oídos campeones. En ese tramo, lo que cada interlocutor expone, respira, siente, reivindica, es el compromiso político, y la acción política, y la pasión política, y la certeza de que la suma de ese torrente puesto en la política da por resultado abarcar cada segundo de la existencia.

Y, entonces, aparece el fútbol.

Porque Urondo escucha. Y escucha perfecto a Haidar, quien, para dimensionar todo lo que significa la política en esas vidas, confiesa: "Pensá vos que en general éramos todos fanáticos por el fútbol y habíamos dejado de jugar al fútbol como 15 o 20 días para poder discutir".

Fútbol. Gigante la dimensión del fútbol. ¿Cómo se hace, en la Argentina, para demostrar que algo importa más que lo que más importa? Asumiendo que se trata de algo que pasa a importar más que el fútbol. Si importa más que el fútbol, importa más que todo. Eso está transparentando Haidar. Si importa más que el fútbol, importa más que todo coincidirían gentes que ubican ese todo en la política o en otras -pocas- cosas.

Hay lógica en que ese volumen de Urondo le abra la puerta al deporte. En el libro "Paco Urondo. Biografía de un poeta armado", el periodista Pablo Montanaro incluye una foto en la que el escritor despliega fútbol en una playa. Quienes lo conocieron aseguran que, más que con la pelota, sus brillos deportivos emergen desde el agua, nadando a lo crack en su Santa Fe de origen. Su literatura vasta -de la lírica a la novela, de los cuentos a las crónicas, del teatro al discurso político- incorpora referencias a lo deportivo aunque ninguna tan manifiesta como su participación como guionista de la película "Turismo de Carretera", que dirigió Rodolfo Kuhn en 1968.

Esa intervención cinematográfica coincide en la época con los versos de "Adolecer", en los que Urondo encadena: "Los filósofos griegos/ vendían cigarrillos; en Monza/ entran/ a toda velocidad en la curva/ bien peraltada, sin/ que la pelota llegue a tocar/ la gramilla; levitados, casi griegos, hasta que un día/ Gatica o Fangio o Pontoni,/ trompada va, trompada viene, pasarán/ los años y este circo de/ violencias/ donde es fácil sentir/ que es un soplo la vida, que se miente/ en cantidad amigos míos,/ que empieza ahora/ el último round y Piceda baja la guardia/ y uno debe rematar la jugada, patear/ con urgencia el acelerador". Juan Manuel Fangio y el autódromo de Monza son el automovilismo, José María Gatica y Amelio Piceda traen el boxeo, René Pontoni -estrella de San Lorenzo- invoca al fútbol. Sólo alude de ese modo al deporte quien interpreta lo que cabe en el deporte.

Ese poema y la obra magnífica de Urondo constituyen, ya hace rato, un camino para pronunciar memoria, verdad y justicia. La dictadura más salvaje lo asesina en Mendoza el 17 de junio de 1976. Es una edad horrible que desaparece a Berger, a Camps, a 30.000, a Haidar, el hombre de la confesión futbolera que queda grabada en "La patria fusilada". Esa confesión y ese libro siguen siendo un relato de la médula de la Argentina. Igual que Trelew.

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