Yo, Tonya: la lucha femenina por ganar un lugar en el deporte


12 de septiembre de 2022

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Sofía Steinbeisser

Si el mundo ha sido siempre un lugar difícil para las mujeres, el deporte no queda exento, ni tampoco las pantallas de cine. Margot Robbie le da vida a Tonya Harding, la amada y odiada patinadora olímpica estadounidense cuya carrera dio un giro inesperado tras el ataque perpetrado a su rival Nancy Kerrigan, en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. Yo, Tonya es una comedia dramática que nos mete de lleno en la polémica vida de la deportista.

La vida de la deportista Tonya Harding se vio empapada de violencia desde su más tierna infancia: en primer lugar, atosigada por su madre, fiel creyente de una crianza estricta donde el motor para el éxito eran los golpes, los cuales no cesarían sino que se potenciarían con la aparición de su marido, un hombre arrastrado por sus ataques de ira. La película dirigida por Craig Gillespie cuenta en formato biopic la turbulenta vida de Harding, interpretada por Margot Robbie, cuya actuación le valió las nominaciones a los premios Oscar, al Globo de Oro y los premios BAFTA, todas en la categoría de “Mejor Actriz”.

 Desde sus cuatro años, Harding supo construir una técnica sólida como patinadora sobre hielo, la cual le valió los títulos de campeona de Estados Unidos en 1991 y 1994 y una medalla de plata en el campeonato mundial de 1991; se posicionó dos veces como competidora olímpica y, lo más importante, se consagró como la primera mujer estadounidense (y la segunda en el mundo) en realizar un salto de triple axel, una de las acrobacias más difíciles de llevar a cabo en la disciplina. Ahora bien, todos sus logros se vieron teñidos por un dificultoso ascenso dentro de la esfera del patinaje sobre hielo, ya que sus orígenes pobres y su perfil de redneck le jugaban en contra en un mundo donde la figura tradicional de la mujer prevalecía, y, por qué no, prevalece al día de hoy. En un deporte donde se buscaba un perfil femenino sofisticado y “educado”, Tonya Harding aparecía como una contra a la norma, y allí los jueces no parecían muchas veces puntuar la habilidad y el talento, sino la apariencia.

Los prejuicios e imposiciones sobre el cuerpo, la estética y la personalidad de las mujeres son escenarios comunes en muchos deportes, podemos verlo en las bailarinas y la presión que reciben por mantenerse delgadas o en las competiciones de beach handball, donde se obligaba, hasta el año pasado, a las mujeres a vestir bikinis para las competiciones, y así muchos ejemplos más. Yo, Tonya, muestra a una deportista cansada de las presiones, que mantiene con convicción sus principios: el no querer ser convencional, el querer ser reconocida por su talento y no por su imagen. Yo, Tonya, tiene un claro mensaje sobre la importancia del empoderamiento femenino, sobre el no callarse y dar pelea, a la vez que humaniza por completo a Harding, contando una historia turbulenta con el matiz de comedia justo. 

La película retrata la lucha de Harding por conseguir su lugar dentro del mundo del patinaje, sorteando las trabas de un vertiginoso camino que pareciera diseñado únicamente para cierto prototipo de mujer, pero también ilustra la búsqueda de aceptación y amor de la protagonista, quien al no recibirlo por parte de su madre y su marido, pasó a buscarlo en el público, y supo encontrarlo. Llegó a ser amada en su punto cúlmine, para luego ser odiada a mansalva por la sociedad estadounidense que la acusaba del ataque hacia su rival, Nancy Kerrigan, en los Juegos Olímpicos de 1994. A partir de este hecho Harding, quien tenía por ese entonces solo 23 años, fue hostigada hasta el cansancio por los medios de comunicación y la opinión pública; y, aunque ella siempre negó haber participado, su carrera se desmoronó y tuvo que dejar el patinaje. Margot Robbie, en una entrevista para la revista Time Out, sostuvo: “En la película dice: “Todos ustedes también son mis atacantes” (...). El público también jugó su parte en la historia. En algún punto de la película llegan las ganas de reflejar a la sociedad en un espejo para percatarnos de qué tan rápido juzgamos a las personas sin conocer sus circunstancias”.

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