Los Juegos de la justicia


10 de agosto de 2021

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por Ayelén Pujol

En Tokio hubo varios deportistas que reclamaron por derechos para las minorías y que expresaron sus convicciones. El COI tuvo que aceptar y callar

El artículo número 50 de la Carta Olímpica tuvo que ser modificado por el Comité Olímpico Internacional para los Juegos de Tokio. Antes del inicio, la entidad había anunciado que los atletas ahora podían expresarse sobre cuestiones políticas o sociales -lo que se prohibía en ese apartado- ante los medios, en la competición, en las redes sociales e incluso en las reuniones de equipo. En el podio, no: ahí estaba prohibido. Raven Saunders se rebeló: cuando subió a la tarima, vestida con la bandera de Estados Unidos después de haber obtenido la medalla de plata en lanzamiento de bala, levantó sus brazos, dibujó una X con un barbijo en una mano y un ramo de flores en la otra, y alzó la mirada para la foto. Más tarde le preguntaron qué quiso decir: “La X es la intersección, donde se encuentran todas las personas oprimidas”.


Esta edición de los Juegos, en plena pandemia, estuvo rodeada por deportistas que transgredieron reglas y pusieron en los medios las temáticas que, antes, el COI prefería guardar debajo de la alfombra.

 

Saunders tiene 25 años, es afrodescendiente y es lesbiana. Su gesto en el podio pareció que iba a tener como consecuencia una sanción. Pero la entidad confirmó que no la castigaría después de la muerte de su madre, que estaba en Orlando, a la espera de asistir a una fiesta de homenaje a su hija.

 

La lanzadora explicó que dejaba las redes sociales para cuidar su salud mental y a su familia. Saunders tiene un cuerpo disidente, el pelo teñido de dos colores y se presentó a la competencia con barbijos inspirados en el Increíble Hulk y en Joker: dijo que encontraba en ellos algo así como sus alter egos.

 

No fue la única que habló en estos Juegos de algo que hasta hace poco también era una palabra metida en el closet en el ámbito del deporte: la depresión.

 

Tokio fue también este cúmulo de expresiones. Atletas que manifestaron con orgullo su identidad, que decidieron hablar de salud mental, que expresaron su ideología. Atletas que se mostraron como personas: más humanos.

 

El gesto de Saunders recordó la protesta del Black Power, en Mexico 1968, cuando Tommie Smith y John Carlos, también estadounidenses, alzaron sus puños como expresión de protesta por la discriminación y la violencia que vivía la comunidad negra. El COI expulsó de por vida a Smith y Carlos.

 

En estos Juegos la española Ana Peleteiro, hija de una española y un africano, vivió discriminación de su país en las redes sociales. Peleteiro es negra. Ganó la medalla de plata en la prueba de salto triple. Juan Luis Steegmann Olmedillas, diputado por VOX, un partido de ultraderecha de su país, escribió que Peleteiro era uno de los ejemplos de la emigración que España necesitaba. ¿Acaso hay emigración entonces que no se necesita?

 

"Que dos medallistas seamos negros le joderá a mucha gente", dijo la atleta. En una entrevista que le dio a la TV española junto a Ray Zapata, el gimnasta que fue plata en la prueba de suelo, corrigió a su compañero, que habló de “personas de color”.

"No somos de color, somos negros", lo interrumpió Peleteiro. Zapata había llegado a España con nueve años desde República Dominicana.

 

En las redes les cuestionaban que no eran 100 por ciento españoles. “Ana Peleteiro, la atleta medio gallega, medio negra y enamorada de un portugués por la que suspira todo españa”, tituló el diario El Economista. Mezcló racismo con misoginia y machismo.

 

La saltadora tuvo que salir a explicar su origen: “Yo no sé de dónde tengo genes. No conozco a mi padre biológico y, no sé... Es negro, eso estoy segura. Mi sangre es africana, y estoy muy orgullosa de ella. Africana y española, ¡eh!, que mi madre es española”.

 

Agregó que el hecho de que una española negra fuera medallista era la evidencia de un cambio. “La mezcla es súper buena, la mezcla enriquece a un país”.

Tokio fueron también los Juegos en los que el venezolano Julio Mayora, plata en levantamiento de pesas, dedicó su medalla a Hugo Chávez. No lo hizo en el podio, sino después, en comunicación telefónica con el presidente Nicolás Maduro.

 

La delegación venezolana fue criticada por los medios del mundo entero: en ninguna nota se hizo referencia al bloqueo por parte de Estados Unidos. Venezuela, en crisis, tuvo en Japón a su delegación menos numerosa en 20 años -fueron 43 atletas- y sin embargo fue la vez que más medallas conquistó, con cuatro preseas.

 

Derechos civiles, ideas políticas y también diversidad. Laurel Hubbard, de Nueva Zelanda, fue la primera atleta transgénero en competir en unos Juegos Olímpicos, en levantamiento de pesas. La canadiense Quinn, a los 25 años, se convirtió en la primera persona transgénero no binaria en ganar una medalla olímpica con su selección.

 

Y Tom Daley buscó abrir cabezas y corazones por el mundo entero. Ganó la medalla de oro en saltos de trampolín de 10 metros sincronizados junto a su compañero Matty Lee. “Estoy orgulloso de decir que soy gay y campeón olímpico. Cuando era más joven, pensaba que nunca lograría nada por ser quien era, me sentía como que estaba solo, que era diferente y que no encajaba. Había algo en mí que me decía que nunca iba a ser tan bueno como lo que la sociedad quería que fuera. Ser campeón olímpico ahora solo demuestra que podés lograr cualquier cosa”, dijo.

 

El periodista Matías Baldo señaló en su newsletter que el discurso fue transmitido en vivo para China y Rusia -plata y bronce en la competencia-, dos países en los que no se permite el matrimonio igualitario. La BBC indicó que en 67 de los 205 países que participaron, la homosexualidad está prohibida y penada.

 

Según el sitio Outsports, 168 atletas expresaron su pertenencia al colectivo LGBTQ+. Cecilia Carranza fue la única argentina que integró esta nómina.

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