La Portuguesa


10 de noviembre de 2022

Compartir esta nota en

por Ariel Scher

(Un cuento que forma parte del libro "Todo mientras Diego")

Mienten los que aseguran que La Portuguesa fue La Portuguesa desde la tarde en la que, ante el asombro de la cuadra, del barrio, de la ciudad y seguramente del mundo, Cristiano Ronaldo le escribió una carta.

Mienten porque, cuando recibió esa carta, La Portuguesa tenía un pasado de tres parejas, un presente de tres hijos y un futuro de más de tres incógnitas: a quienes fueron sus parejas los habíamos llamado Los Portugueses, a sus hijos les decíamos Los Portuguesitos y a las incógnitas no les habíamos puesto nombre sólo porque nuestras madres supieron explicarnos que era de mal gusto meterse con las incógnitas de los demás. Y eso, todo eso, no era nada: lo central consistía en que cada vez que La Portuguesa pateaba un córner, acertaba un penal o gambeteaba a los rivales como si fueran trapos, nosotros pronunciábamos "qué crack, La Portuguesa" y no dudábamos de que lo que nos florecía en los labios era una verdad.

La Portuguesa nació de mamá portuguesa y de papá portugués, pero, al menos en nuestro lenguaje cotidiano, lo que le dio ese rótulo ocurrió en la semifinal del Mundial de 1966. Ella ya pateaba córners, ya acertaba penales y ya gambeteaba a los rivales como si fueran trapos cuando nos adelantó que Portugal rompería los augurios del planeta y le iba a ganar a Inglaterra, inventor del fútbol, local, caballo del comisario rumbo al título, en ese partido. Nos avisó que habría trampa, que Bobby Charlton -el mejor inglés- haría dos goles, pero que Portugal lo revertiría. Casi todo se encadenó así. Casi todo: los dos goles de Bobby Charlton y, en el minuto 82, el descuento de Eusebio. Casi todo pero no todo: no hubo más goles. Portugal perdió 2 a 1 y luego fue tercero en ese, el primer mundial en el que participaba. Perdió para todos aunque no para La Portuguesa:

-No perdió. Portugal no pierde de esta manera. El error de ustedes es creer que la historia está terminada. 

Nosotros, quizás elementales, concluimos en que le duraba la bronca o en que no admitía su equivocación. Y le pusimos La Portuguesa por su empeño en defender a Portugal.

En las dos décadas posteriores, La Portuguesa despidió a su primera, a su segunda y a su tercera pareja, parió a su primer, a su segundo y a su tercer hijo y oyó cómo sonaba el "qué crack, La Portuguesa" cada vez que pateaba un córner, acertaba un penal o gambeteaba a los rivales como si fueran trapos. Gambeteando a los rivales como si fueran trapos estaba cuando, en pleno Mundial de 1986, nos retrotrajo a una conversación que ni recordábamos, y nos notificó que aquel partido seguía. La vimos gritar como nunca o más que nunca cuando Carlos Manuel, un cuarto de hora antes del cierre, convirtió el gol del triunfo portugués, por la primera ronda, frente a Inglaterra. Quisimos felicitarla, pero, a la manera de veinte años antes, dejó estampada su sentencia: "El error de ustedes es creer que la historia está terminada".

Veinte almanaques después, los tres Portuguesitos formaban una buena delantera, abastecida por los pases de su mamá. Nosotros, que los veíamos jugar, ya guardábamos en el pasado nuestro propio cementerio de parejas, ya abrigábamos en el presente a hijos entusiasmados con los mundiales y ya cargábamos el futuro con más de tres incógnitas. Posiblemente, esa realidad capturar nuestra atención bastante más que el Mundial del 2006 que transcurría en Alemania. Igual, en el momento en el que Cristiano Ronaldo puso a Portugal en semifinales y dejó afuera a Inglaterra, luego de un empate sin goles que desembocó en la definición por penales, no necesitamos que La Portuguesa se ocupara de comentarnos nada. Nosotros, sin vueltas, nos acercamos hasta dónde ella celebraba y asumimos, cuarenta vuelta al sol más tarde, que su advertencia del Mundial de 1966 había constituido una puñalada de certeza. "El error nuestro fue creer que la historia estaba terminada", le concedimos.

A la tarde siguiente llegó la carta de Cristiano Ronaldo.

Nosotros conjeturamos que le agradecía haberle legado la fórmula para acertar penales o que la homenajeaba por haber perseverado en la idea de que, a pesar de que parecen perdidas, ciertas historia no están terminadas.

Se lo preguntamos. La Portuguesa nos dio saludos de Los Portuguesitos, nos comentó que en el futuro siempre hay más de tres incógnitas y nos convenció de que Cristiano Ronaldo acertaba penales mejor que ella. Luego, nos confidenció que estaba a punto de empezar su cuarta pareja, no dijo más nada y nos gambeteó como a un trapo.

Compartir esta nota en